ARTES&LETRAS
Cuarenta años y un día
«Cada kilómetro que me alejaba de casa era uno menos en un viaje sin retorno hacia el sueño inalcanzable: ser periodista»
POR ANTONIO REGALADO
Han pasado como un suspiro . Sobre todo el día de ayer. Aquel segundo jueves de abril del 66 amaneció gris. Y desapacible. Saqué billete de ida en la estación de mi pueblo. Me había juramentado no volver a casa con las manos ... vacías . No tenía ningún miedo porque atrás no dejaba nada.
Tardamos seis horas y media en llegar a Madrid . Las murallas de Ávila vistas desde el oeste resultan inexpugnables. Cada kilómetro que me alejaba de casa era uno menos en un viaje sin retorno hacia el sueño inalcanzable: ser periodista .
La Estación del Norte, en Madrid, me impactó por su armadura de hierro estilo Eiffel. Compré el diario «Ya». Mi madre era suscriptora de la edición dominical. Allí había leído a Pedro Mario Herrero, una frase que me persiguió (me iluminó, mejor) durante cinco años; «Que no sea labrador»–escribía-«quien no tenga agallas para arañar la tierra».
- Servidor,- me dije-, servidor no tiene agallas .
Preguntando, como hacemos los paletos, llegué hasta el metro de Ríos Rosas y de allí, desde las cocheras de La Continental Auto a Alcalá de Henares.
Mi tía Dora –la mujer más generosa que he conocido- me acogió . Me trató y me trata como a un hijo y yo la he querido (y quiero) como a una madre. Ayer, como cada primavera llamé para recordárselo.
Era la demandadora del convento de Las Catalinas. Y compartimos café negro y cientos de horas nocturnas, yo estudiando y ella cogiendo puntos a las medias. De mi tía aprendí que cuanto más se da, más se tiene . V einticuatro horas después me encontró trabajo en Suwide Española, S.A ., una fábrica de revestimientos plásticosí. De ahí que me gusten tanto las habitaciones pintadas de blanco.
En la patria de don Miguel -de ahí mi quijotismo permanente- estudié el Bachillerato Superior, en el Colegio Santo Tomás, el PREU e ingresé en la Universidad . Aquí empecé a amar el cine de los sábados, en sesión continua y programa doble. Tenía tantas ansias de hacerme periodista que la carrera fue un paseo académico . Trabajaba y estudiaba dieciséis horas diarias, incluidos sábados y domingos .No lo resalto como mérito – han pasado tantos años que no me acuerdo del esfuerzo y además no tenía otra alternativa- sino como método de trabajo. Por oposición entré en RNE .
Yo me así al periodismo como tabla de salvación . En mi descargo tengo que precisar que nada me ha parecido más fácil. No me cansaba ni me cansa.
Media docena de mujeres se cruzaron en mi camino y en mi corazón : Carmen, Cruz, Clemen, María, Regina, Jacky, Sandra… Amores y desamores, en su mayoría platónicos, se han entremezclado y superpuesto como en una película de aventuras. Me enamoré en exceso de las dos personas que apenas me quisieron y no pude amar desmesuradamente a las que me brindaron su ternura .
Tras 33 años, cuatro meses y cinco días en RTVE me «desvincularon» con una prejubilación nocturna y alevosa . ¡Malhaya su decisión polïtica! Nunca les perdonaré que me robaran siete años de mi vida activa después de 13.000 jornadas cotizadas a la Seguridad Social y de miles y miles de horas robadas al sueño y a la familia . Sigo en la brecha. Con la misma ilusión del becario que comenzó en Nuevo Diario, con Ramón Melcón, Yale, Ramón Pérez, -recuperó mi «Lettera 35» empeñada para pagar mi primera matrícula en la Facultad de CCII-, los Muniaín, Santiago López Castillo y Martín Ferrán. No van a jubilar mi pasión por la actualidad. Además de esta pasión, tengo que confesarlo, no sé hacer otra cosa .
Me he pasado más de veinte años viviendo en los Palacios del Congreso y del Senado, siendo testigo privilegiado de los acontecimientos políticos . He visto tanto que apenas creo en nada ni en nadie. Solo me impresionan los hechos. En este tiempo trabé amistad personal con Adolfo Suárez –el Suárez del CDS-; él me descubrió que nadie es más que nadie y que hay que perder el miedo al miedo . Una lección que nunca olvidé y que cambió mi vida.
Gracias a este trabajo he recorrido medio mundo, he estado en lugares a los que no se puede acceder con dinero y he visto amaneceres en cuatro continentes . También aprendí que los cielos son siempre azules y que las buenas personas abundan en todos los rincones de la tierra .
He tenido salud a manos llenas -nunca he padecido ni un dolor de cabeza-, me he reído demasiado, he sido tan pobre que nunca han intentado sobornarme y he creído desesperadamente en la libertad . Sigo haciendo lo que deseo y me he dedicado a trabajar divirtiéndome. Todo un privilegio. «Y al cabo», puedo decir con don Antonio Machado, “nada os debo, debéisme cuanto escribo…» No es mucho pero es todo lo que soy. Y lo que tengo.
Hoy, redacto estas líneas, en mi tierra, ligero de equipaje. He venido a la procesión del Cristo 40 años y un día después .
¡Cuarenta años... y un día! No es una mala condena por haber vivido intensamente.
La vida, el amor , –creer en el futuro, tener fe y esperanza, al fin y al cabo un un hombre vale lo que vale su esperanza – es lo único que mantiene todavía en pie a un hombre solo después de tan larga travesía . Sigo caminando hacia Ítaca como un buscador . Un buscador -ya saben- es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra.
Perdonen, queridos lectores, que les haya hablado de mí siquiera un día después de los catorce mil seiscientos atardeceres que falto de mi pueblo . Todo viaje depende siempre de la dirección del primer paso aunque los sueños se hayan dispersado en todas direcciones. Pero, lo que importa realmente, lo que cuenta, más allá de amar y ser amado, es no haber perdido nunca el camino de regreso a casa.
*Antonio Regalado es periodista y colaborador de ABC-Toledo. El texto es un anticipo de un libro en preparación titulado «En la mitad de la nada» .
Cuarenta años y un día
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