ENTREVISTA
José Sacristán: «Un cine que cierra es un golpe al corazón»
Lamenta la situación actual de las salas, pero entiende que la forma de consumir películas ha cambiado
José Sacristán: «Un cine que cierra es un golpe al corazón»
En el cine, José Sacristán lo ha interpretado todo y lo ha ganado todo. Pero también lo ha visto todo. Este actor de 1937 nacido en Chinchón fue adoptado enseguida por las calles de la capital, llenas durante la posguerra, la dictadura ... y la transición de butacas de patio . En ellas aprendió a amar un arte que, poco a poco, va desapareciendo de los barrios madrileños.
—Comparta con nosotros una sala de cine especial para usted y que haya desaparecido...
—¡El otro día casi me da un infarto! Hacía mucho tiempo que no pasaba por General Ricardos, estoy rodando cerca de allí con Carlos Vermut, y vi el edificio donde estaba el Cine España . ¡Es que no queda ni el edificio! Los cines eran los lugares donde la vida cobraba una dimensión que no se daba en la realidad. Para los que tenemos la edad que tenemos... cada vez que un cine se cierra es un golpe al corazón. Algo difícil de entender . Pero es así, está pasando.
—¿Quién tiene la culpa? ¿Las autoridades? ¿Los espectadores?
—No caigamos en la estupidez de simplificar y de señalar a los responsables . Es una suma de circunstancias. Una es el momento crítico por el que atraviesa este país... y otra es el criterio de los que manejan el cotarro. Hoy se ven más películas que nunca, pero se ven a través de otros sistemas. No puedo evitar hacer una lectura cargada de sentimentalidad, pero creo que hay unos datos más fríos, más objetivos, que informan de que la tienda llamada «cinematógrafo» tiene serias dificultades para sobrevivir... vendiendo el producto que antes se llamaba «la película».
—¿Dónde ve ahora el cine José Sacristán?
—Yo tengo un cine en mi casa, precisamente anoche estuve viendo una película de Bertolucci que se me había escapado, «Los soñadores». De vez en cuando vuelvo a ver « El crepúsculo de los dioses» o «Picnic» . Acabo de hacer un homenaje a mi amigo Alfredo Landa en Navarra y he conocido al proyeccionista de la Filmoteca de Pamplona, que es un loco del cine. Y también tiene uno en su casa. Me llevó y me quedé pasmado.
—Dicen que ahora «lo que vende» son las experiencias...
—Tengo serias dificultades para hacer un pronóstico sobre qué pasará. Si seguimos la brújula orientadora de la industria del cine americano, que es la que marca las pautas industriales, está claro que el cine ha vuelto a ser la barraca de feria. Ahora todo son tres dimensiones, gente que vuela... pero no parece que por ahí se esté recuperando el cine. Tengo serias dificultades para pensar que el rito, «la vuelta al templo» —me pongo un poco místico pero es así—, se pueda recuperar. Se están domesticando y desacralizando esos lugares.
—¿Concibe ver una película en un teléfono o una tableta?
—¡No, no, no! Yo ahí no sé ni leer. Ahora que tengo la pantalla grande en casa, que es de tres metros por dos, ya no veo películas ni en la tele . ¡No las puedo ver! Tengo una relación con el cine como la de mi buen amigo José Luis Garci. Entendemos que hay películas de reclinatorio, que no se pueden ver ni sentado. Hay que verlas de rodillas. Y mi relación con el cine es todavía, afortunadamente, de una cierta religiosidad. Tengo dos butacas del Español, dos del Reina Victoria, y me siento ahí tratando de recuperar la ceremonia de cuando era un mocito.
—Entonces, tanto para el cine como para el teatro, ¿cuál es la salida?
—La barbaridad ahora es el puñetero IVA , y la comprobación de que no se han sabido crear espectadores. La que está cayendo está afectando seriamente al mundo de la cultura y el espectáculo. ¡Y qué casualidad haber visto «Los soñadores»! Es muy curioso pensar que cuando el señor Malraux destituyó a Langlois al frente de la filmoteca... ¡París salió a la calle para protestar! ¿Imagina aquí una cosa parecida? Ahora, seguramente, al Teatro Fernán Gómez le quitarán el nombre para ponerle una marca. Hablando para los más jóvenes: ¡Confiemos en que esto se oxigene un poco!.
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