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Rouco Varela: «Santiago abrió un camino con su JMJ que continúa abierto al futuro»

El cardenal, en 1989 arzobispo de Compostela, rememora en una charla la histórica y revolucionaria cita de Juan Pablo II en Galicia hace 25 años

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abraham coco

No sabían ni siquiera cuántos jóvenes se iban a reunir en Santiago. Sí pronosticaban que no cabrían en la plaza del Obradoiro y optaron por desempolvar el Monte do Gozo. Al entonces alcalde Gerardo Estévez lo que más le preocupaba es que semejante tropel fuera a estropear la ciudad. Aquello de «Jornada Mundial de la Juventud» sonaba a chino y los obispos ni imaginaban que los chavales de sus diócesis se acercarían a saludarlos. Era 1989 y de eso se cumplen este mes veinticinco años . Para celebrarlo, algunos de quienes mejor conocen la tramoya de la JMJ de Compostela, la cuarta pero la primera por haber abierto el modelo aún vigente, se reunieron ayer para amontonar recuerdos y enseñanzas. «Santiago abrió un camino que no ha concluido y que sigue abierto hacia el futuro», resumió el cardenal Rouco Varela, entonces arzobispo compostelano que organizó la cita.

El prelado encabezó un acto académico en la capital gallega donde el hoy pastor de la diócesis santiaguesa ejerció de anfitrión y animó a los asistentes «a sembrar a puñados la semilla del evangelio». «No deis espacio a la fatiga espiritual. No tengáis miedo —parafraseó Julián Barrio al Papa polaco hoy santo—. Ser cristiano es ser moderno. Caminad llevando la bandera de una convivencia serena. Callejead vuestra fe», terminó en esta ocasión con palabras del Papa argentino Francisco.

«Autobuses hasta Arzúa»

Le había precedido en el micrófono Salvador Domato, el coordinador de la JMJ del 89 , telonero de quienes evocarían «la que el Papa armó aquí hace veinticinco años» con «surcos profundos y huellas indelebles en los corazones».

De telón de fondo, fotografías y más fotografías de esa histórica semana. Víctor Cortizo —que siendo un veinteañero comandó a los voluntarios y hoy, casi cincuentón ya es padre de familia— condensó su experiencia en «el triunfo de lo inesperado. La cola de autobuses llegaba hasta Arzúa. Fue una explosión de protagonismo juvenil y una expresión de cambio», relató entusiasmado.

El profesor milanés Aldo Geranzani puso en valor el discurso europeísta de Juan Pablo II, los frutos que después recogió en su parroquia italiana y el «laboratorio intercultural» que supuso.

Intervino entonces el cardenal Rouco, que derrochó elogios para Juan Pablo II, «un lanzado que puso en marcha esta historia tan bella». Entre anécdotas y bromas, recordó lo que aquel encuentro de medio millón de jóvenes supuso para el Camino y para la naciente pastoral juvenil. «Diez años antes nos habrían llamado locos, pero la Iglesia se sintió llamada a seguir. Una experiencia llena de interrogantes se llenó de respuestas», clarificó. Entre las enseñanzas, destacó tres: «Que no hay que tener miedo a hablarle de Cristo a los jóvenes en directo. Que hay una juventud católica mundial. Que hubo un salto prodigioso en el capítulo contemporáneo de la ruta jacobea : llegar entonces a pie era un fenómeno raro».

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