ANIVERSARIO DE LA TRAGEDIA DEL ALVIA
Dos cafés con leche y un hombro donde llorar en Angrois
Los vecinos no querían que se convirtiera en un cementerio, pero a Pilar, dueña del único bar del barrio desde hace 30 años, no le ha quedado otra que consolar casi a diario a familias de los fallecidos en las vías
Dos cafés con leche y un hombro donde llorar en Angrois
Pilar ha servido cafés con leche en Angrois durante los últimos treinta años. Aunque no viene en la carta, ahora ofrece además su hombro. Nunca se había llorado tanto en el barrio al que ella sigue llamando «pueblo» como desde el 24 de julio ... de 2013. Habituada a despachar tras la barra del Rozas O Tere, el único bar de la zona, ahora también es psicóloga a tiempo parcial.
«Tratas de consolarlos, pero es imposible. Te cuentan sus cosas y da pena oírlos»«Se ponen en la barandilla de la vía a llorar y los vecinos vienen y me dicen: "Pilar, ven hasta allí porque están...". Y bueno, voy hasta allí. Tratas de consolarlos, pero es imposible. Te cuentan sus cosas y da pena oírlos». Lo narra Pilar, que endulza el tentempié de media mañana con un caramelo y el transistor encendido. A sus hechuras de mujer valiente se le van achicando los ojos según avanza la conversación. Así casi a diario. «Son tan agradecidos que con llegar aquí y hacerte así —me pide permiso y me acaricia la muñeca— ya quedan contentos. Estás llorando todo el día. Aquí no hay más que lloros. Se marcha uno y pronto llega otro».
Y aún más. También le piden vigilar que las velas no se apaguen y que las flores no se marchiten. Ella se presta... y a ver si con el primer aniversario «empieza a cambiar todo un poco». Solo tiene ganas de jubilarse y echar el cierre de la tasca desde donde enseguida se alertó de que un tren acababa de descarrillar y había demasiados muertos y heridos: «Esto no lo olvidas más. Yo miro para allá y según estoy hablando contigo veo lo que pasó ahí». «Esto» es el descarrilamiento de un tren Alvia a casi doscientos kilómetros por hora con decenas de viajeros rumbo a las fiestas del Apóstol. De los ochenta muertos, la mayoría se quedaron ahí. De los 146 heridos, muchos perdieron al atardecer piernas o brazos. El que menos, quedó marcado para siempre.
«El jueves o el miércoles —es sábado 5 de julio cuando se prepara este reportaje que pretende llegar a Angrois antes de que se convierta de nuevo en un plató— vino un señor muy mayor. También lloraba. Tomó un agua. Le preguntamos. Nos contó que le murió su hija y su nieta. Te quedas de piedra. Ya procuras no preguntar. Cuando quien viene es desconocido, ya sabes que....».
Peregrinos en la curva
Por la taberna —y por el puente sobre los raíles— pasan a menudo peregrinos de la Ruta de la Plata. «Muchos se quedan impactados. Vino una chica haciendo el Camino para olvidar que le había muerto su hermano en el accidente. No sabía que tenía que atravesarlo y se puso malísima».
Allí se encontró con un llavero de la Torre Eiffel, una pañoleta de Trujillo, una de la Virgen del Pilar, pulseras, vieiras, un oso de peluche azul, un perro que no pierde la sonrisa, pañuelos, una camiseta del Rincón de Poty, una palma seca de Domingo de Ramos, flores, una piedra en la que Paco y Mercedes escribieron para perpetuar la tragedia , un banderín del Alcolea del Río FC, un mural para recordar que Arbeloa dedicó la última Copa del Rey a Juan Antonio Palomino, un madridista que murió abajo. La Virxe do Libramento de A Lamosa, la de Do Lodairo de Carballeira de Avia, el «nunca nos olvidaremos de los que pagaron con su vida los errores de otros» de José y Luz, el «Celtia Uxía, tu abuela Tete no te olvida», el «Eva, tu tía Tete no te olvida», otro mensaje de la Northwood Methodist Church y uno más en inglés: «Walk in silence».
Esa es la única razón por la que alguien podría sospechar que en ese rincón del sur compostelano —entre hórreos, ovejas, caballos y un verde conseguido a base de lluvia hasta en verano— sucedió algo que ha dejado huella. Donde una tarde se amontonaron mantas como sudarios, la hierba sigue creciendo. Donde un vagón saltó por los aires y acabó con el palco de la música, hoy está la carpa de las fiestas de San Antón —anunciada con los banderines de siempre— y pronto se construirá una caseta para la asociación vecinal. «Llevamos toda la vida viviendo en la vía», explica su presidente, Anxo Puga. Ante posibles tópicos, antepone normalidad.
El cruceiro puesto por Dios
Solo un elemento se ha añadido al paisaje de la curva para honrar a los fallecidos. Pero con mucha sutileza. Es un cruceiro de piedra . En su base, «Angrois. 24 xullo 2013». Unos metros a la derecha, una placa grabada: «O Concello de Santiago ós vecinos de Angrois». Así «quien pasa por aquí y sepa la fecha, lo entenderá. Quien no, continuará adelante. No queríamos que esto se convirtiera en un cementerio».
Pero son muchos los que lo entienden. Lo sabe Pilar: «Parece que lo puso Dios ahí. No te puedes imaginar cómo se agarra la gente al cruceiro. Debe de ser la forma que tienen de... Una mujer me contó que su hija murió por culpa suya. Le dijo que dejara el coche en casa, que fuera en el tren que iba más segura. Y es la única que tenía. Dice que su hija está ahí enterrada porque lo que a ella le dieron era ya un cajón».
El secreto del cruceiro se guarda en su interior: al levantarlo en noviembre, se introdujo una cápsula del tiempo con portadas de los periódicos del 25 de julio y el discurso que los lugareños leyeron al recibir la Medalla de Oro de Santiago . Poco más nuevo alrededor: una pérgola remozada con sus bancos, en los que se siguen sentando los de siempre, una nueva marquesina de autobús y un tablón donde se anuncia, por ejemplo, una reunión sobre las expropiaciones para la ampliación de la AP-9 o el aniversario de Carmen Vigo, que no llegó a conocer la tragedia.
Cuando le hablo de «premios», Anxo me corrige: «reconocimientos».
—¿Cuántos?
—Uf. Muchos. Pero no quiero llevar la cuenta. No es que no me interese, porque estamos agradecidos. Pero no es solo para nosotros. Queremos extenderlo —y no hacer fronteras— a toda la gente que estuvo aquí y a los que siguieron los días posteriores.
Cambio semántico radical
No les han faltado homenajes: Real Orden del Mérito Civil del Ministerio de Asuntos Exteriores, Medalla de Oro de Galicia , Medalla de Oro de Santiago o de San Fernando. Y está en pie su candidatura al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014 . Un reciente libro de poemas editado desde Valencia respalda su concesión. Y luego están las llamadas y los sellos con gratitud:«Hay una chica que vive en París, que dejó a sus hijos con un vecino porque era sanitaria y atendió heridos. Envió una carta de agradecimiento».
Quizá el mayor gesto haya sido un radical cambio semántico. El «ser de Angrois» que de siempre conllevaba una intención despectiva se ha convertido en todo lo contrario, tal y como documentó el escritor Xesús Ferro Ruibal en un reciente estudio. Para los lugareños —unos trescientos de los que algo más de cien viven en la zona más cercana a las vías— tampoco esto tiene pinta de ser relevante. Ajenos a los estereotipos, «la vida es la misma».
De lo poco que se alegran es de que «esto» no mató a ningún vecino, algo que bien pudo haber ocurrido por las horas y el lugar. Poco antes, fieles a su costumbre, algunos estaban ahí reunidos. «El tren pasa, pero yo no me entero. Ha estado siempre», resume Martín Rozas aún empapado en sudor tras una carrera mañanera. Ya salió tanto en las fotografías, que prefiere indulgencia esta vez. Él —faltaría más— tiene sus opiniones sobre todo «esto», pero las deja para sí. O como mucho, para el café con leche. Pero sin libreta.
Fulgor lotero sin suerte
Donde no hubo suerte fue en la lotería. Pilar recibió un aluvión de peticiones para el Gordo de Navidad: «Se agotó el número. Y más hubiera, que más vendíamos. Hace unos días me llamó una señora de Alemania: que se la guardara, que viene en agosto. ¡Si el año pasado no tocó ni el reintegro! Aún no la hemos recibido. Vendrá este mes. Si llegamos a tenerla, ya estaba vendida».
Los capitanes de Angrois son albañiles, reponedores, limpiadoras... Anxo se gana la vida entre semana en Lugo. Cuando fundaron la asociación en 2012 pensaban en defender sus «derechos mínimos básicos», pero no se imaginaban «esto». Les ha tocado moverse entre despachos. Van aprendiendo. Ya saben que en estas cosas hay quien busca aprovechar el filón. Ningún vecino está en tratamiento psicológico, pero como suele decir Anxo: «Cada uno cuando esté pelando la patata...». A Pepe, el «zamora» de 1975 en un torneo local como recuerda una hoja de «El Ideal Gallego» enmarcada en el bar, un superviviente vino a buscarle para abrazarlo. Lo recordaba por su afonía. Operado de garganta. Lo cuenta Pilar, su mujer. Él no quiere que diga más.
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