Crónica de un renacer anunciado
El emblemático Casino de Noia cerró en 2001 y NCG se hizo con el edificio. Tras trece años, el Concello lo recupera
LIDIA REY
Los caballeros portaban chaqueta y corbata. Las damas lucían sus mejores joyas. El Casino de Noia exigía vestir de rigurosa etiqueta a sus socios. No era una sociedad cualquiera. En este municipio costero de la provincia de La Coruña todavía recuerdan, un siglo y medio ... después, la actividad sociocultural que se desarrollaba en este edificio. Hoy, el emblemático Casino de Noia está otra vez de actualidad porque, trece años después, volverá a abrir sus puertas. No lo hará como sala de juegos, como en sus inicios, sino como infraestructura dedicada a la cultura.
La entidad recreativa, fundada el 14 de marzo de 1851, conoció diferentes sedes hasta que en el año 1928 inauguró las instalaciones que el Ayuntamiento acaba de adquirir, en el edificio situado en el número 10 de la calle de Galicia. Por sus salones desfilaron personalidades ilustres como Otero Pedrayo, Avilés de Taramancos o Álvaro de las Casas.
José Luis empezó a frecuentar el Casino en 1959. «En aquel momento, era una entidad con muchos socios —en torno a unos 200—. Se mantenía de la cuota que cobraba a los afiliados, que no era una cantidad elevada pero, para la época, significaba mucho», recuerda con nostalgia el noiés. José Luis Rodríguez formó parte de la cúpula en los últimos años de vida del centro recreativo cultural. A sus 80 años recibe con especial entusiasmo la noticia que más da que hablar en la localidad en los últimos días. «Recuperar este tipo de espacios siempre es importante para un pueblo. El patrimonio no se puede perder y este es uno de los edificios más emblemáticos de la zona: por su arquitectura, por su valor y, sobre todo, por su historia», afirma el octogenario. Él la conoce de primera mano. Pasó más de media vida entre esas cuatro paredes.
El Casino era popular por las timbas que se realizaban en su interior. A Noia acudían socios llegados de todas partes, convirtiendo a esta pequeña localidad —que en las primeras décadas del siglo XX a duras penas alcanzaba los 10.000 habitantes— en el centro del juego y las apuestas de la comarca. Las salas de juego siempre estaban hasta la bandera. Eran muchos los que querían acceder a sus entrañas para participar en una timba. Si carecían de licencia, solo podrían hacerlo previa invitación. Sin rozar el elitismo, el antiguo Casino estaba configurado para gente con «cierto poder adquisitivo». Un elemento que aportaba, todavía, mayor estatus al centro.
El Casino « se abrió» a todos
Pero la época dorada de la mítica entidad tornaría gris con el fin de siglo. «Los tiempos cambian, como ocurre en todas las cosas. Antes era una necesidad ir a un baile en una sociedad, en este caso en el casino. Luego llegaron las discotecas, las salas de baile. Las televisores y las radios ya eran un bien común, al alcance de todos. También la prensa, que incluso empezaba a consultarse por Internet», explica el antiguo socio. La exclusividad que ofrecía el Casino ya podía encontrarse en cada casa.
«En los últimos años el Casino llevaba una vida muy lánguida, el número de socios menguaba año tras año, solo abría por el servicio de cafetería», lamenta José Luis. Cafés, vinos y algún que otro refresco era lo único que se movía en su agónica etapa final. Era tan drástica su caída, que «tuvieron que abrir la puerta al público». El selecto centro social se convertía en una cafetería rococó del centro noiés. Pero lo del Casino era la crónica de una muerte anunciada. «En ese momento se intentó de todo. Se rehabilitó el local, se adecuó a todos los públicos» y se restauraron las pequeñas heridas de una época ya pasada. «Intentamos insuflarle vida. En aquel momento era la sociedad cultural de Galicia más antigua, y nos negábamos a dar el cierre», añade Isaac Rodríguez Juanatey, también miembro de la directiva en los últimos años.
Pero no hubo forma de poner freno al declive. La cúpula no podía hacer frente a los gastos que suponía mantener el lujoso inmueble. El Casino de Noia cerraba sus puertas en 2001, ahogado por los elevados gastos de mantenimiento. Tiempo después, la extinta Caixa Galicia se hacía con la propiedad del preciado inmueble, cediendo al Ayuntamiento la planta baja, donde se emplaza la Aula Cemit, el pequeño reducto cultural que consiguió mantener el gobierno municipal. Y es que ese local debía pertenecer a los noieses. Trece años después, Noia recupera todo el edificio, en este caso, como la crónica de un renacer anunciado.
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