El nacionalismo busca ahora reconquistar el Rectorado en Santiago
Tras cuatro años de boicot al independiente Casares, su relevo devolvería a la izquierda el control total de las tres Universidades
Jorge pan
En 2010, el sector nacionalista del profesorado de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) afrontaba una derrota contundente pero, para ellos, inesperada. Con trece puntos porcentuales de diferencia, el independiente Juan Casares Long vencía en las elecciones al Rectorado a Lourenzo Fernández Prieto, firmemente ... identificado con planteamientos nacionalistas. No pudieron frenar la derrota de Prieto ni su desmesurado gasto en la campaña electoral (consumió más de 14.000 euros frente a los casi 5.000 de Casares Long) ni la contundente movilización de la izquierda gallega, que estaba todavía lamiéndose las heridas que le había producido un año antes el desalojo de la Xunta.
Lourenzo Fernández Prieto recibió el apoyo explícito de todas las facciones del nacionalismo, entonces todavía unido: el ahora dirigente de Compromiso por Galicia, Paulo Carlos López; el hoy coordinador nacional de Anova, Martiño Noriega; el histórico nacionalista Camilo Nogueira y el exdiputado Carlos Aymerich se comprometieron contra Casares Long, un candidato «que cuenta con la simpatía de la Xunta». Este último, hoy caído en desgracia en el seno del BNG, llegó a solicitar para el catedrático de Historia Contemporánea «los votos de progresistas y nacionalistas». Los sindicatos de estudiantes —que movilizan votos de un sector habitualmente muy poco comprometido con las elecciones al órgano de gobierno universitario— respondieron a la llamada de sus líderes. Pero no pudo ser.
Cuando Juan Casares Long se convirtió en rector de la USC, muy a pesar de la intelligentsia de izquierdas, lo hizo sin el apoyo de ninguna de esas plataformas del profesorado que hasta entonces habían dominado el panorama del Claustro Universitario. La hasta entonces todopoderosa Plataforma Universitaria Progresista —afín al PSOE y sostén del anterior rector, Senén Barro— había patinado al dar su apoyo a la independiente Mercedes Brea, pero se reinventó bajo el nombre de +Ideas para articular la oposición al rector. También se retiró a un discreto segundo plano la nacionalista Universidade Aberta, dispuesta a dar guerra al primer rector independiente de cualquier sigla en varias décadas. «Pasaron a estar en la sombra, esperando mejores momentos», ironiza un colaborador de Casares.
Vuelve la política
Cuatro años después, la USC vuelve a afrontar un año electoral marcado por la renuncia de un Juan Casares Long acorralado, pues tuvo que pagar muy pronto el precio de no contar con una organización fuerte que lo apoyase. Pero lo que se avecina en el horizonte de una de las universidades más antiguas de España dista mucho de ser un relevo generacional. Los dos candidatos que confirmaron su concurrencia (de momento, pues el plazo de presentación de candidaturas estará abierto hasta el 27 de marzo) para las elecciones del 25 de abril tienen sabor añejo. El primero es el catedrático de Matemática Aplicada Juan Viaño, que ya fue vicerrector, sonó para las elecciones de 2010 y simpatiza con +Ideas. Aun así, Viaño no las tiene todas consigo. «No tiene ninguna posibilidad, ni siquiera aglutina todo el voto afín a su plataforma», opina este colaborador del actual rector.
Frente a él se sitúa Antonio López, catedrático de Derecho Financiero y que formó, desde el bipartito y hasta principios de enero, parte del Consello de Contas, que abandonó para buscar liderar la USC . Hace pocas semanas, fue visto en una conocida cafetería de Santiago conversando con un viejo conocido: Lourenzo Fernández Prieto, que confirmó este martes que no se presentaría al Rectorado.
El balance de la legislatura de Casares Long arroja un resultado desolador. Navegando a contracorriente, sin casi apoyos en el Claustro, con la ruidosa oposición de los representantes estudiantiles y la más silenciosa de los profesores, el catedrático de Ingeniería Química no consiguió gobernar la USC en el difícil contexto económico que le tocó en suerte. De hecho, solo consiguió aprobar los presupuestos de 2011. Una fugaz imputación por prevaricación y malversación de fondos y la dimisión de la mitad de su equipo en 2013 le dieron la puntilla a Casares y abrieron la puerta a la vuelta de la universidad politizada.
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