El vino de la tierra sin viñas
Dos figuras gallegas del mundo del vino se propusieron este año el más difícil todavía: plantar un viñedo en la zona de Ferrol, el más septentrional que existe hoy en España
JORGE PAN
Los ferrolanos son, sin duda alguna, grandes amantes del vino. En prácticamente cualquier bar de la zona, la estantería reservada a sus botellas ocupa un lugar destacado dentro de ese altar que se forma tras la barra y en el que se puede encontrar todo ... un mosaico de caldos. Los parroquianos que no caen en el embrujo del barato e intenso vino de la casa miran hacia la selección de ribeiros, albariños y riojas con la solemnidad de quien hojea la carta de vinos de uno de estos restaurantes que poseen una constelación entera Michelin. De hecho, dicen los expertosde ese mundillo que el paladar del ferrolano es exigente y que no le vale cualquier cosa.
Lo que muy pocos podrían esperar es que Ferrol hubiese viñedos. Y lo cierto es que no hay uno, sino dos. Están en Esmelle, un lugar con ciertos aires mágicos, pues no en vano fue el elegido por Álvaro Cunqueiro para bautizar la «selva» donde vivía el mago de su inolvidable «Merlín e familia».
El padre de la criatura es un bodeguero y periodista del lugar, Marcial Pita. «Cuando empecé a decir que quería plantar un viñedo aquí me decían que para empezar un proyecto como ése tenía que estar como las maracas de Machín», comenta.
A pesar de las gráficas advertencias de sus compatriotas, Pita se atrevió y comenzó a estudiar las fincas de la zona en función de la composición de su suelo, su orientación y su exposición al sol. Y es que Marcial Pita no es un hombre a quien le asusten los retos. Después de años «escribiendo de baloncesto» en Diario 16, decidió cambiar de tercio y orientarse hacia su gran pasión: el vino.
La vida le llevó hasta Ciudad Real, donde se quedó desolado por el poco cariño que los castellano-manchegos les ponían a sus caldos. Y, ni corto ni perezoso, montó allí una bodega, El Linze, que en tan solo dos cosechas logró un sitio de honor en el mundo de los tintos.
«Pero es que yo soy gallego», ofrece el bodeguero como única (y convincente) explicación para su vuelta a la tierra. Pita vendió El Linze y, ya en Galicia, se asoció con un prestigioso consultor vinícola, Felicísimo Pereira, mejor enólogo de la Comunidad en 2011. Sumando sus pasiones y su conocimiento, abrieron otra bodega, El Paraguas, en la zona noble de los vinos gallegos: la desembocadura del río Avia, en el corazón del ribeiro.
«Esto huele a Galicia»
En El Paraguas Atlántico se dan la mano las uvas treixadura, godello y albariño para tejer un vino que no tardó en saltar a la fama: la revista «The Wine Advocate», dirigida por uno de los gurús de los sumilleres, Robert Parker, les concedió a sus 5.000 botellas la codiciada valoración 91+.
Pero aún quedaba por hacer el más difícil todavía, y por eso Pita y Pereita fueron a Esmelle a crear el viñedo más septentrional de España, 30 kilómetros más al norte del último de sus semejantes. Quisieron plantar una variedad de uva vilipendiada (aseguran que injustamente) y casi en desuso en Galicia: el blanco legítimo, que reconstruyeron con cepas de cuatro puntos diferentes de la Comunidad. Tal como aseguran, hicieron de «alquimistas».
Marcial Pita está convencido del éxito de su proyecto: «En Esmelle hay una especie de microclima, las montañas nos protegen del viento. El suelo, además, es del mismo granito que se puede encontrar en Champagne», la región francesa donde nació la preciada bebida del mismo nombre.
«Quiero que un tío de la otra punta del planeta abra una botella de El Paraguas y diga: esto huele a Galicia», reconoce un ambicioso Pita. El bodeguero le mira con atención, soñando quizá que, algún día, Ferrol estará en el mapa de los amantes del vino.
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