«El accidente del Alvia ha sido el momento más duro de mis cuarenta años de párroco»

—¿Cómo vive este homenaje tras cuatro décadas en la parroquia de Sar?

—Con mucho agradecimiento. Revela un poco el car iño que he tratado de ir dando a lo largo de estos cuarenta años de mi vida sacerdotal y que ahora me devuelven. El mérito es de ellos porque me reconocen lo poco que he hecho con actitud de servicio y que quiero mantener. Yo entiendo la vida sacerdotal como servicio a la comunidad donde estás, con cariño y compresión.

—Llegaría muy joven a la parroquia.

—Tuve un primer destino en el seminario mayor de formación de disciplina y luego estuve seis años como administrador. Cuando vino el cardenal don Ángel Suquía, en el año 1973, me envío al Sar. Tenía 33 años, la edad de Jesucristo. Ahora tengo 73.

—¿En Sar hasta que se jubile?

—[Ríe] Es complicado. Ya pedí la jubilación, pero aún no me la concedieron. Hay mucha labor. Mientras Dios me depare salud suficiente debo estar entregado a ello. El día que no pueda, pues serán otros caminos los que marque el Señor. Me siento ilusionado de ayudar a la gente en lo que buenamente pueda.

—¿Esa vocación de servicio es lo que ha marcado su sacerdocio?

—Sí. Siempre quise ir por ese camino. Entiendo que la vida sacerdotal que Dios me ha concedido está en función de los demás, en servicio y entrega, buscando el bien de ellos antes que el de uno mismo. Y eso ha sido lo que ha marcado siempre el norte de mi vida.

—Se conocerá a todos los vecinos.

—Me considero uno más, con mi vocación. Es como si fuese nativo. Hay mucha gente a la que he bautizado, he casado, que estoy casando a los hijos....

—¿Tiene algún rasgo distintivo el barrio en torno a la iglesia de Sar?

—Es un barrio histórico, enclavado en torno a la colegiata; nació a su alrededor y está marcado por esta realidad. A los vecinos los definiría como de un corazón enorme, abierto y acogedor siempre. Y, además, prestos a ayudar sin limitación. Ya se vio en el accidente de Angrois cómo se volcaron de manera desinteresada total y absoluta.

—¿Este siniestro ha sido su momento más duro como párroco?

—Indudablemente. Fue muy fuerte.

—¿Qué papel tuvo aquellos días?

—Mi labor llegó después de tres o cuatro días de que pasara todo y se empezaran a sedimentar las cosas. Cuando empezó a pasar el tiempo y todo se serenó, es cuando hice un acto mayor de presencia porque había que estar con la gente y ayudar a superar el trauma.

—¿Ese acompañamiento ha sido entonces su trabajo en estos meses?

—Ha sido una labor de estar presente con ellos y de tratar de ir dando una visión de la realidad de la vida.

—¿Cómo ha influido la tragedia del Alvia en los vecinos de Angrois?

—Ha influido muy fuertemente creando un ámbito de dolor y de preguntarse por qué. Si el tren viniese como debía venir, no hubiera pasado nada de esto. Pero son los accidentes humanos.