elecciones autonómicas
La campaña se cierra con la incertidumbre sobre el futuro del bipartidismo
La Comunidad Valenciana vive este sábado la jornada de reflexión con más oferta electoral de las últimas décadas
manuel conejos
Tras quince días desde su comienzo, la campaña electoral bajó ayer el telón para dar paso a la jornada de reflexión en la Comunidad Valenciana, que se antoja la más decisiva de las últimas décadas merced al gran abanico de posibilidades electorales que tienen los ... valencianos y a lo apretado de las encuestas.
Ayer, los partidos nacionales con más tirón, PP y PSOE, invirtieron sus últimas fuerza y la posibilidad de petición del voto con un recorrido tradicional por las tres provincias de la Comunidad Valenciana. Alberto Fabra y Ximo Puig calcaron su estrategia, acudiendo por la mañana a Alicante, por la tarde a Castellón y por la noche a Valencia para poner el punto y final a la campaña en sus respectivas sedes.
Los mensajes de ambos también fueron dirigidos, básicamente, a ese amplio segmento de la población que todavía no ha decidido el sentido de su voto. Las encuestas registraban al principio de la campaña un 27% de valencianos que no sabían en quién depositarán su confianza, porcentaje que se habría rebajado en unos cinco puntos durante estas dos semanas.
PP y PSOE podrían ser los principales beneficiados de esa bolsa de «voto oculto» y en ellos se basa la supervivencia del bipartidismo o, al menos, un escenario que les permita resistir mejor el envite de los partidos emergentes. Fabra y Puig insistieron en la «estabilidad» que supone su partido, el primero , y en que son la «única alternativa», el segundo. Mensajes dirigidos claramente al amplio espacio de centro que se ha quedado huérfano de sus representantes habituales por diferentes motivos y que Ciudadanos aspira a ocupar.
La formación que lidera Carolina Punset no invirtió el sentido de su campaña y se limitó a seguir pidiendo un cambio en el que pueden influir con su presencia en las instituciones. Sin arriesgar y a la espera de que la «cortejen» después de las elecciones de mañana.
Las otras tres fuerzas con opciones de entrar en el Parlamento autonómico, Podemos, Compromís y Acord Ciutadà (EU-ERC-Els Verds-Alternativa Socialista), emplearon sus últimas horas en agitar el fantasma de la corrupción y el fin del bipartidismo como eslóganes con los que han conseguido seducir a muchos ciudadanos tal y como reflejan las encuestas.
Microespacios
La campaña que ayer expiró se ha caracterizado por un cambio en el perfil de estrategia de los partidos donde la presencia en las redes sociales, en los espacios pequeños y en el reto de ir puerta a puerta ha ido ganando espacio en detrimento de los grandes actos de autocomplacencia.
A esos escenarios de imagen potente no han renunciado, sin embargo, ninguna de las formaciones con grandes aspiraciones. Tocar al líder, aplaudir, escuchar lo que uno piensa y ser agasajado es algo que no ha desaparecido del imaginario colectivo de los ciudadanos que se zambullen en la política de militancia.
Populares y socialistas fueron los más arriesgados por su reto de llenar la plaza de toros de Valencia pero el rédito de esa organización es cada vez menor y los gastos elevados. Por ello, se plantean otros escenarios para próximas campañas, la más cercana, sin ir más lejos, la de las elecciones generales del mes de noviembre.
Podemos y Ciudadanos han medido sus fuerzas para ver quién está fidelizando más apoyos entre aquellos que han decidido aplicar un castigo temporal o sin límite a los dos grandes. En los debates electorales y en los mítines han cruzado acusaciones, sabedores de que han compartido durante meses a «desencantados» con la política tradicional y de que seguirá siendo así, al menos, hasta las próximas elecciones generales.
Compromís se ha colocado al margen de esa lucha y ha buscado mantener la diferenciación con el resto de fuerzas (la única con implantación solo en la Comunidad Valenciana y no en el resto del territorio nacional). La denuncia de la corrupción ha sido su motor para conseguir retener a su verdadero embrión, el resultante de los indignados del 15-M. En esa batalla también ha erosionado a Podemos, veremos mañana en qué medida.
Y Esquerra Unida ha luchado a la desesperada contra la estadística que le sitúa fuera o dentro de las Cortes según la encuesta a la que se haya atendido. Ese filo de la navaja les ha hecho ser agresivos e intentar mostrarse como los adalides de la lucha contra la corrupción, explotando mediáticamente el caso Imelsa, básicamente. Está por ver si resulta suficiente como para obtener representación y en qué media le puede restar coaligarse con fuerzas exógenas como Esquerra Republicana de Catalunya.
Pactar o no pactar
Más allá de eso el PP se ha centrado en esquivar los «tiros» de los adversarios políticos y en su amplio programa electoral, y nadie puede aventurar si logrará crear un clima de confianza que le permita tener pactos de gobernabilidad.
Las palabras «tiempo de diálogo», «recuperación» y «consenso» han predominado entre los populares, mientras en el bloque de izquierda se impusieron «cambio», «corrupción» y «desalojar».
Esos adjetivos agresivos los han padecido unos más que otros y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, se ha llevado la palma, al margen del vapuleo a Alfonso Rus. La justicia entró en campaña, siquiera como mera convidada de piedra , como en el caso de la admisión de la denuncia sobre los gastos del Ayuntamiento de Valencia por parte de la Fiscalía.
Campaña «sucia», según la alcaldesa y la portavoz del Consell, María José Catalá. Sin embargo, si se aleja el foco del terreno, se puede interpretar simplemente como oportunismo para conquistar el feudo donde votan el 18% de los electores de la Comunidad.
La campaña se cierra con la incertidumbre sobre el futuro del bipartidismo
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