CULTURA
Arena Auditorium, adiós a la discoteca en la que trabajó Toni Cantó de relaciones públicas
La sala de Benimaclet, epicentro de la «movida», concitaba a todo tipo de público, entre ellos políticos como Rita Barberá y Carmen Alborch
Arena Auditorium, adiós a la discoteca en la que trabajó Toni Cantó de relaciones públicas
Si las paredes de Arena Auditorium hablaran, a más de uno se le caería el sombrajo. Por el mítico templo del rock and roll valenciano, cerrado y abandonado desde hace más de una década, han desfilado varias generaciones de jóvenes de todos los colores. Juntos ( ... pero no revueltos), por ahí pasaban políticos como la socialista Carmen Alborch o Rita Barberá. Entre los más asiduos estaba la periodista Cristina Tárrega (que a su vez cantaba en el grupo Mamá ya lo sabe) y el líder de Seguridad Social, José Manuel Casañ. En la plantilla de la sala, compuesta por más de un centenar de personas, se encontraba Victor Baxter (Los Inhumanos), que trabajaba conduciendo a los artistas de la sala al hotel, o el actor y diputado Toni Cantó, que por entonces compaginaba sus estudios con un trabajo a tiempo parcial de relaciones públicas. Para muchos, con la desaparición de Arena Auditorium se va también el símbolo de una época dorada.
Después de haber sido saqueada en repetidas ocasiones, ocupada por indigentes y de haber sufrido un incendio y varios desplomes, la mejor sala de conciertos de Valencia ha sido finalmente vendida a la cooperativa Consum para reconvertirse en un supermercado. Se truncan así los deseos de los vecinos de Benimaclet que presionaron para rehabilitar el edificio y darle un uso social. Los propietarios del inmueble llegaron a ofrecer en su día al Ayuntamiento un acuerdo de cesión por permuta de terrenos en otra zona de la ciudad, pero la propuesta no llegó a prosperar.
Lo que en principio debería ser una operación de compra-venta como tantas otras, produjo ayer un cierto revuelo mediático. Una muestra de la fascinación que rodea a esta sala lo encontramos en Facebook, donde más de 1.200 personas comparten recuerdos e imágenes de carteles y entradas de la época.
Inspirada en el Arena de Londres
A principios de los años ochenta, los hermanos Napoleón y Ragel Beltrán adquirieron junto con otros socios el almacén de Patatas Bayarri para erigir en su lugar una discoteca y sala de conciertos inspirada en el Arena de Londres. Dotada de un equipo de sonido e iluminación insólita en la Valencia de aquel momento, el auditorio de Benimaclet –bautizado inicialmente como Pachá- se convirtió rápidamente en el epicentro de la “Movida Valenciana”. La elección de Nina Hagen para el concierto inaugural en 1983 era toda una declaración de principios: esa no iba a ser una sala de provincias. Allí se iba a hacer ruido.
En poco tiempo, Arena Auditorium se hizo un nombre a nivel nacional gracias a su programa y a su excelente acústica. No en vano fue elegida por Santiago Auserón para grabar el disco en directo de “Escuela de calor” en 1989. También la banda de heavy metal Manowar incluyó en su disco “Hell on wheels” dos temas registrados en Valencia.
Hasta su cierre definitivo en 1999, pasaron por la sala de la calle Emilio Baró los más grandes del punk de los ochenta y sus aledaños –Siouxie and the Banshees, Waterboys, The Cure, Iggy Pop, The Cramps, Sex Pistols, Ramones-; del hard rock y el heavy –The Cult, Entombed-; del rock de los noventa –PJ Harvey, Breeders, Pixies, Suede, Foo Fighters- y por supuesto del pop español de la época, desde Alaska, Glutamato Ye-yé, Los Ilegales y Golpes Bajos hasta grupos más recientes como La Habitación Roja. A su escenario se subieron también músicos como Brian Eno, John Cale, BB King o Marc Almond (que, por cierto, se alojó en el hotel Inglés y exigió que le pintaran de color rosa la habitación y le trajeran lámparas victorianas).
Como se puede imaginar, el backstage encerró muchas curiosidades, como el partido de fútbol que se disputaron los miembros de Mano Negra en la parte de atrás del edificio, o la afición de Manowar por la alta cocina (habría que ver la cara de los clientes habituales del restaurante El Gastrónomo cuando vio entrar por la puerta a los heavies norteamericanos). También se vivían de vez en cuando momentos de tensión, como cuando tocaron Sex Pistols (llegaron a trabajar treinta miembros de seguridad en una sola noche) o cuando la sala pareció reventar con un concierto de Napalm Death. Con todo, nunca hubo un incidente grave de seguridad en la historia de Arena.
La actividad era frenética, tanto en Arena Auditorium como en la pequeña sala del piso superior (Garage). Se llegaban a celebrar hasta siete conciertos por semana; sesiones dobles de discoteca de tarde y noche; matinées; programas de radio en directo; desfiles de moda… La respuesta del público fue muy buena hasta mediados de los noventa, pero el negocio de la noche, y el de la música en vivo especialmente, es arriesgado. “Aunque fuese mucha gente a un concierto, a veces perdías dinero porque te habías gastado el 50% del dinero en promoción. A veces pensabas que un artista iba a ser un cheque en blanco, como Sade, y luego acababas perdiendo cinco millones de las antiguas pesetas”, recuerda Ragel Beltrán. Eran tiempos analógicos, y la publicidad de los eventos pasaba irremediablemente por las cuñas de publicidad en la radio, las inserciones en prensa y la distribución y “pegada” de miles de carteles. Finalmente, en 1999, los hermanos Beltrán decidieron echar el cierre y comenzar una nueva etapa.
Sería exagerado decir que Arena Auditorium implantó la cultura del directo en Valencia, pero sin duda puede afirmarse que su existencia renovó la cultura musical de la ciudad, acercándola a la realidad cosmopolita de las grandes capitales. Desgraciadamente, el cierre sucesivo de salas de conciertos –atribuible tanto a la pasividad del público como a las dificultades administrativas- nos hace mirar ese pasado reciente con nostalgia.
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