DEPORTE FEMENINO
La rítmica y la perfección
Alejandra Quereda y Elena López forman parte del conjunto que ha devuelto a España a su lugar en la gimnasia rítmica
La fragilidad de una burbuja de jabón que se desliza por un tapiz. Y dentro cinco virtuosas de la agilidad, la elasticidad, la concentración, la búsqueda de la perfección; no vale otra cosa para evitar que lo mágico de la burbuja se rompa. De fondo suena la música. Dos minutos y medio de ejercicio y ritmo. Una sola oportunidad después de meses, años, de perfeccionamiento de movimientos, gestos, diseño de figuras, control de aparatos, y miles de repeticiones. Nadie puede fallar. Todas, las cinco, son una. El sacrificio de deportistas veraces, el esfuerzo del conjunto nacional de gimnasia rítmica ha devuelto a un lugar de excepción a España en esta disciplina quince años después. Alejandra Quereda Flores (Alicante, 24/7/1992), la capitana de la selección, y Elena López Benaches (Turís, Valencia, 4/10/1994), que forman ese quinteto rotundo y brillante junto a Lourdes Mohedano, Sandra Aguilar y Artemi Gavezou, permiten asomarnos a los de adentros de la rítmica. El conjunto entrelaza cada movimiento, diseña cada coreografía, cose cada éxito en su absoluta concentración en la residencia Joaquín Blume. Alejadas de sus familias por la distancia, con jornadas de siete horas de entrenamiento, seis días a la semana, llevan forjando, sin perder la humildad ni sus objetivos dentro y fuera del deporte, el resurgir de España en la rítmica de conjunto. Un cuarto puesto con sabor a bronce en Londres 2012. Llegaron luego, en 2013, dos medallas mundiales (oro en mazas y bronce en el mixto) (la última medalla lograda por España en conjunto de rítmica fue en Atlanta en 1996). Las chicas de Anna Baranova y Sara Bayón sumaron un oro y dos platas en la Copa del Mundo, celebrada recientemente en Lisboa.
A Alejandra le venía de cuna la ligazón con la gimnasia rítmica. Su madre fuecampeona de España de conjuntos en varias ocasiones. La alicantina, de 21 años, comenzó a los cinco en el colegio Jesús María CEU. Pronto se le vio que tenía actitudes y aptitudes. Y le reclamaron a los 12 para marcharse con la española a Madrid. No fue hasta los 16 cuando llegó a la Blume. Para Elena fue diferente. Empezó a los seis años. Pero la llamada de atención le vino por una amiga, Alba Lozano, que ya practicaba la disciplina. Un «yo quiero hacer eso», y al tapiz del club de Turís. Su evidente progresión le llevó a los trece años a la Blume.
La gimnasia rítmica lo es todo para ellas. Es vida. Es crecimiento. Es madurez. El alto rendimiento, además, es saber o no dudar a la hora de renunciar a lo cotidiano para la mayoría de las personas. «He dedicado mi vida a esto. La verdad es que es una vida muy sacrificada, pero luego, cuando te ves en lo más alto del podium, sientes que ha merecido la pena. Eso sí, durante el camino tienes que dejar de lado hacer muchas otras cosas que hace la gente de tu edad», cuenta la capitana del conjunto nacional, mientras Elena asegura que «si me pongo a pensar, una vida sin gimnasia rítmica tampoco sé cómo hubiera sido. Pero gracias a este deporte también he conocido a muchas personas que también me han ayudado mucho».
Sincronización absoluta
Alejandra estudia Medicina en la Complutense. Elena se prepara para la Selectividad y piensa en Fisioterapia. Tienen claro que la formación académica es fundamental. La vida deportiva en esta disciplina es corta. Destacan casos como el de Almudena Cid, que compitió hasta los 28. El caso es que a las horas de entrenamiento y a la competición tienen que acoplar el estudio y avanzar con suma organización.
Sus ensoñaciones en la rítmica requieren de mucho esfuerzo, pero la exigencia de la concentración del quinteto multiplica el sacrificio por aquello de la lejanía de sus familias, que al tiempo las curte. Una enseñanza vital.
Pero es el precio en la búsqueda de la perfección, la compenetración del conjunto. «No solo dependes de ti, sino de las cuatro compañeras; de que el aparato no caiga; son muchas cosas que tienen que estar perfectamente atadas», significa Elena. «Salimos a competir y hay una oportunidad. En ese momento, cinco personas a la vez, tienen que hacer lo mismo, perfectamente sincronizadas: la recogida, los lanzamientos... todas a la vez», concreta la capitana.
Alejandra, Elena, Lourdes, Sandra y Artemi han hecho que el conjunto nacional sea respetado y se mire como el rival a batir. Las potencias de la gimnasia rítmica son Rusia, Bielorrusia, Italia y Bulgaria. Sin embargo, Alejandra y Elena destacan además a “ Azerbaiyán, que este año tendrá el europeo en casa, que está subiendo; el conjunto ucraniano, que también tiene buenas gimnastas; y la subida de Israel respecto al año pasado”.
Integran el equipo FER
Y España está ahí. Después de más de quince años. Ellas guardan la humildad y el respeto hacia los demás conjuntos. «Con los resultados obtenidos nos alegramos mucho, pero nunca hay que perder la cabeza. La gimnasia rítmica puede ser muy traicionera, porque es una oportunidad y en esos dos minutos y medio que dura el ejercicio tienes que demostrar el trabajo de muchos meses. También hay un factor subjetivo, dependemos de la puntuación de las jueces», explica Alejandra.
La alicantina y la valenciana no sólo forman con el conjunto nacional. También han fichado por el Proyecto FER de Juan Roig para perseverar hacia el éxito, paso a paso, competición a competición. Lo próximo: el Europeo (junio) y el Mundial (septiembre). Y de fondo, Río 2016. «La filosofía del esfuerzo se ve muy reflejado en nuestro deporte y en nuestro día a día. Es la primera vez que contamos con algo así. El respaldo y el apoyo económico es de agradecer. Nunca antes nos habían ayudado desde la Comunidad Valenciana», sostienen.
