CULTURA
La abstracción en Canogar: del grito al silencio
El IVAM presenta una antología del pintor toledano, fundador del grupo El Paso
MARTA MOREIRA
De modo parejo al surgimiento del informalismo europeo tras la II Guerra Mundial, la posguerra en España dio alas a la abstracción pictórica, una corriente firmemente anclada en la crisis existencial de unos artistas incapaces de someterse al oscuro designio de los tiempos. Uno de ... esos artistas era Rafael Canogar (Toledo, 1935), miembro fundador del grupo El Paso en 1957 junto a Manuel Millares, Antonio Saura, Luis Feito, Pablo Serrano, Manuel Rivera, Juana Francés, y el recientemente fallecido Antonio Suárez. Acompañados por los críticos de arte Manuel Conde y José Ayllón, El Paso abrió las puertas de los mercados internacionales a la vanguardia española, allanando el camino a otros jóvenes creadores como Tàpies o Chillida.
Ésa primera etapa es la que da inicio al recorrido expositivo que podrá visitarse hasta el 2 de febrero en el IVAM. Comisariada por el propio artista, la muestra contiene una selección de 33 obras fechadas entre 1957 y 2003. Entre ellas encontramos algunas muy poco conocidas, pertenecientes a la colección particular del autor, que a lo largo del tiempo ha ido pujando por sus propios trabajos en subastas de todo el mundo. «Hay artistas que guardan para ellos sus mejores cuadros, pero no ha sido mi caso», señala Canogar, quien ostenta el privilegio de haber ejecutado cerca de 3.000 obras y haberlas vendido casi todas.
Etapas esenciales
La exposición refleja tres etapas esenciales: las primeras abstracciones matéricas de los años cincuenta; su periodo de pinceladas marcadas a finales de los setenta, y la obra objetual desde los noventa hasta la actualidad.
Se omite por tanto el periodo de casi diez años -desde finales de los sesenta hasta 1975- en que Canogar abandona el lenguaje radical del gesto y la materia y acomete una figuración que tiene al hombre como protagonista. «Me di cuenta de que la abstracción seguía siendo muy hermética para la gente, y repetir ese estado anímico podría resultar retórico», afirma. Es decir, el informalismo le resultaba insuficiente para expresar la tensión de la realidad.
Con la instauración de la democracia, Canogar se sintió liberado de la «lucha» y volvió a sus orígenes aunque, en contraposición a su obra precedente, busca el retorno al orden, a la esencialidad. Una reflexión sobre la pintura como hecho en sí mismo, sin la pasión ni la violencia del informalismo de los años cincuenta. En la exposición se incluyen piezas de este periodo, donde se aprecia este retorno a la bidimensionalidad, el redescubrimiento de la materia y la ordenación en formas geométricas.
Como explica Miguel Ángel Muñoz en el catálogo de la exposición, la pintura de Canogar es una continua lucha entre el rigor y la espontaneidad. «No es sólo un pintor poeta, es una sensibilidad lúcida, reflexiva. Sus formas, tensas y poéticas (…), instan al recogimiento, al silencio».
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