DEPORTE FEMENINO

Una vida entre bicicletas

La ciclista Anna Sanchis, que tiene sus miras puestas en Río 2016, desgrana una carrera, que compagina con Medicina

Una vida entre bicicletas MIKEL PONCE

RAÚL COSÍN

No para quieta un instante. Se confiesa «un poco hiperactiva». Es todo energía, y ganas, y competitividad . Lo dicen sus gestos y lo cuentan sus ojos cuando habla de la carrera en bicicleta que lleva hecha y busca en el horizonte ... los objetivos que tiene entre ceja y ceja. Y mientras entrena en su bicicleta a diario, y cuando descansa, y cuando estudia -está en quinto de Medicina y le gustaría especializarse en Forense-, o cuando compite, como esta última semana en el Mundial de la Toscana , retumba en su cabeza un sueño llamado Río 2016. Anna Sanchis Chafer (18/10/1987) tiene por delante algo menos de tres años de carretera hasta la cita olímpica brasileña. Ya estuvo en Pekín, superando lesiones y operaciones; llegó de hecho «contrarreloj». La falta de recursos económicos federativos para lograr los puntos necesarios la privaron de Londres 2012.

La ciclista valenciana, gran referencia española, una escaladora nata , una especie diferente dentro del pelotón -pues sabe el escalador sufrir, luchar contra la dureza extrema, sacar aliento cuando al resto se les agota el oxígeno, sabe levantarse, como es su caso, de graves caídas y operaciones y de momentos en los que la cabeza dice basta (pasó trece meses «retirada» de esto del pedaleo desde 2010)-, tiene meridianamente claro el camino a Río .

«Todos estos años, las lesiones, los parones, la vuelta a empezar,... todo esto me da experiencia, entonces sé lo que no hay que hacer . Si las lesiones me respetan, tengo confianza en que España logrará los puntos y estaré», dice con confianza Sanchis, quien reflexiona sobre cómo programar Río e indica que «tenemos que ir a las competiciones que necesitamos para coger los puntos . Y si eso significa renunciar a competiciones que no nos los dan, no iremos. Hay que priorizar». Quiere mejorar en contrarreloj.

Anna tiene ganas. Conoce el mundillo a la perfección. Lleva toda su vida entre bicicletas . Y es de esas personas en las que se cumple aquello de que «de casta le viene al galgo». Cuenta que ya su abuelo fue un enamorado de las bicicletas: «Cuando en casa no tenían ni para comer, él ya iba en bici a todos los lados». Y el gen ciclista aficionado de su abuelo, le llegó a su padre. Salvador Sanchis fue un valorado profesional del pelotón entre 1985 y 1991 , pero una caída y una lesión en las vértebras le obligó a una retirada joven.

Cuando su padre lo tuvo que dejar, Anna ya tenía cinco años y junto a su madre, que años antes había montado una tienda de bicicletas, se empapaba de esto del ciclismo en las salidas, metas o puertos del Tour de Francia, la Vuelta o el Giro para ver a Salvador.

En el invierno de 1991, cuando contaba cinco años, se le brindó la oportunidad de empezar a «competir» . «Yo no sabía que había carreras para niños. Lo único que había visto eran carreras de profesionales. Dije que sí y mi padre me preparó una bici pequeñita y empecé a correr », recuerda sonriente. Carreras de uno o dos kilómetros, desarrolladas en varias mangas, alrededor de parques o plazas de la provincia fueron sus inicios .

De los parques a la elite

Para ella, ese mundo de la bicicleta que se le abría era natural. Lo conocido. Y llegó su primer éxito. Fue en categoría infantil. Ganó las pruebas de contrarreloj y en ruta del campeonato de España celebrado en Tortosa . «Cuando pasé a cadetes, con 15 años, ya estaba en el instituto y cambiaban un poco las dinámicas. Seguía siendo un juego, porque lo primero eran los estudios. También tocaba el violonchelo -Anna completó el grado medio en el Conservatorio ; todavía hoy toca con la orquesta del pueblo-. Ya era una época en la que la gente salía de fiesta y claro, si tenías que correr un domingo no ibas a salir, y sin querer empiezas a elegir y elegí la bici », explica la corredora, pareja del también ciclista Jesús Hernández .

Y Anna progresó. Poco a poco crecía. Y lo que fue un juego, un deporte mamado en casa, tomó camino hacia el alto rendimiento. Y siendo junior se fijó en el gran momento de Joane Somarriba . «Quería ser como ella, quería ir a unos Juegos Olímpicos», concreta la valenciana. Y pese a su juventud y las lesiones llegó a Pekín 2008 . «Fue una experiencia inolvidable», recuerda. Llegar no fue nada fácil. Tuvo una caída y se rompió la cadera, y a raíz de ello tuvo que ser operada tres veces de la rodilla . El seleccionador la esperó y entre marzo y abril se ganó la plaza.

Sanchis vivió luego unas temporadas de andar bien en bicicleta a otras duras, fustigada por las lesiones. Su cabeza le llevó a decir basta en 2010 . Pasó trece meses sin competir. Pero regresó. Los problemas económicos para poder acudir a las carreras necesarias para hacer puntos para España e ir a Londres 2012 fueron determinantes. Una espina clavada que quiere sacarse en Río .

Para ello, la corredora del Bizkaia-Durango cuenta con el apoyo del Proyecto FER , impulsado por Juan Roig, y que busca apoyar las carreras de deportistas valencianos en su camino a metas como la participación en Río 2016. Sin respaldos como éste, para el ciclismo femenino, como es el caso de Anna, compleja sería esta empresa. No hay dinero. «Una ciclista, en España y en Europa, la que tiene suerte de entrar en un equipo muy bueno puede vivir mientras está compitiendo de la bici , pero cuando te retiras tienes que tener algo», asegura. Anna reivindica para el deporte femenino « más apoyo, hace falta reconocimiento, hace falte igualdad ». Sobre la continua sospecha del dopaje en su deporte solo advierte de que « no se puede estar continuamente anclado en el pasado ».

Una vida entre bicicletas

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