Mismo día y muchas marmotas
La realidad, el campanazo del despertador, era la confirmación de Bruselas de que el paraguas de la Unión Europea no tapará la sedición de la Generalitat de Cataluña
CON la habitual persistencia del «tevetresismo», y con puntualidad de día de la marmota, aparece en la pantalla amiga el señor Joan Rigol cogiendo, recogiendo, modificando, pontificando, entregando o paseando (¡ese presente histórico!) un hato de folios llamado el Manifiesto por el Derecho a Decidir. ... Y llega con la misma pretensión que Bill Murray al folclórico acto de la marmota y el fin del invierno, pero habrá a quien, como a mí, la cosa les suene a lo mismo de ayer, antesdeayer, el anterior..., y así desde hace meses. Toca el despertador, y Bill Murray se levanta para acudir al día de la marmota con sus cámaras de televisión para que recojan todo lo solemne y estéril de un acto que amanece sin que la realidad despierte con él.
La realidad, el campanazo del despertador, era la confirmación de Bruselas de que el paraguas de la Unión Europea no tapará la sedición de la Generalitat de Cataluña, visualmente recogida en la portada de este periódico por el magistral «chiste» de J.M. Nieto; y la confirmación de que mañana volverá el mismo día de la marmota era el titubeo de Mas-Colell (»la opinión de Almunia es estrictamente jurídica», como invocando ese terreno falso del fuera de la ley), la ignorancia de Francesc Homs (»¿Dónde está escrito que saldríamos de la Unión Europea?») y la chorrada de Artur Mas (»haremos lo necesario para seguir en Europa»..., no sé, tal vez refiriéndose a escribir cien veces en la pizarra: «la sedición en un Estado libre no es un pasaporte para pertenecer a un club de Estados libres»).
Como es natural en el «matrix» catalán, la realidad se tunea previamente con fotoshop (ERC insta a una separación amistosa..., algo así como el ampútese con una sonrisa usted una pierna porque quiere andar «libre») y nadie de ese «matrix» va a contarle a los catalanes lo cómodos que irán sobre esa pierna «libre». Y si alguien, como Duran i Lleida, señala el desgarro, aunque sólo sea social y económico, de esa extremidad ya inútil, no será la televisión orgánica y su «tevetresismo» rancio la que lo subraye. Rancio, pero elocuente: ha dicho más TV3 en desdoro de la educación en Catalunya con sus repugnantes imágenes de los niños (las juventudes) separatistas, que todo el argumentario del PP y de Ciudadanos contra la inmersión (lingüística e ideológica) en los colegios.
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