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Forajidos de viñeta

El Salón del Cómic de Barcelona se transforma en un polvoriento y humeante «saloon» con cowboys, diligencia y toneladas de páginas llegadas desde el Far West

Forajidos de viñeta inés baucells

david morán

No hace falta ser el más rápido en desenfundar ni acercarse a la diligencia que se alza imponente en medio de la sala arrastrando espuelas y acariciando el revólver. Para eso ya están los figurantes que, pistola de juguete en mano, entretienen a los visitantes mientras una banda de cowboys exhuma los restos de Ennio Morricone banjo mediante. El auténtico entretenimiento, sin embargo, no son ellos, sino lo que les rodea: más de doscientos originales, tinta sobre papel con décadas de historia, que exploran la fértil y fructífera relación entre western y cómic.

Un apasionante universo repleto de paisajes escarpados, diligencias trotonas, cantinas humeantes y gatillos fáciles que el Salón del Cómic de Barcelona, en marcha hasta el próximo domingo, ha querido elevar a la categoría de arte con páginas originales de los años cuarenta de «Tex», de Gian Luigi Bonelli, viñetas de «Two Gun Kid» de los años sesenta, «saloons» repletos de humo y encaje servidos por el trazo inconfundible de Jean Giraud en «Blueberry» y ventanas abiertas al humor como las de «El sheriff chiquito», de Schmidt.

Así, del desierto de Arizona a las entrañas de la Fira de Barcelona pasando por el icónico fuerte de «La juventud de Blueberry» o la andanzas de «The Lone Ryder», el Salón del Cómic abre otra brecha temática y tira del hilo del western para articular una nueva edición, la XXXI ya, en la que también brilla imponente el genio de Miguel Ambrosio Zaragoza «Ambrós», dibujante de «El Capitán Trueno» que reaparece dos décadas después de su muerte a través de dibujos inéditos de «Los 3 mosqueteros», «Rin-Tin-Tin» y «Las aventuras de Dick Turpin» e incursiones en sus legendarias series «El corsario de hierro» y «El jinete fantasma».

Septuagenario inagotable

Mientras los dos cowboys figurantes siguen a lo suyo y una gigantesca garra de «Lobezno» anuncia lo inminente de su trasvase cinematográfico, en el otro extremo del salón espera un septuagenario para el que no pasa el tiempo. Los mismos colores, la misma capa y un uniforme capaz de poner de acuerdo a varias generaciones.

Ahí está, como si acabase de salir de número 1 de Action Comics publicado en 1938, Superman, acaso el más popular de los superhéroes, desmenuzado en una exposición que recorre sus 75 años de existencia. No faltan los necesarios villanos ni los originales que analizan sus mutaciones lo largo de los años, pero si hay algo que llama la atención es ese apartado dedicado a la exhibición de cómics originales de los años cuarenta, con títulos dedicados a glosar las aventuras navideñas del Superman y raros ejemplares japoneses e hindúes del más célebre supermarciano..

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