bcnegra 2013
España, etiqueta negra
«La corrupción es una dependencia peor que la droga», afirma el autor de «Sesenta kilos», Ramón Palomar en el cierre de BCNegra
sergi doria
España es un país de etiqueta negra como demuestra la actualidad judicial y, también, la selección criminal que ha pasado por BCNegra: Andreu Martín, Alicia Giménez Bartlett, Francisco González Ledesma, Víctor del Árbol, Dolores Redondo, Carles Quílez, José Luis Correa, Juan Madrid, Aníbal Malvat, Esteban ... Navarro y Ramón Palomar. Valencia, Oporto, Madrid, Tarifa y Tánger componen la toponimia delictiva por donde ruedan los «Sesenta kilos» (Grijalbo) de Ramón Palomar: la «road story» del submundo hispánico de la cocaína.
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Nacido en Nancy, en cuya universidad su padre impartía clases, Palomar pasó su infancia en Tánger leyendo la «série noire» que Marcel Duhamel creó para Gallimard y presenció la Marcha Verde. La película «Casablanca», nos explica, debía haberse situado en Tánger: «Aquello era un nido de franceses de Vichy y fascistas italianos como el abuelo de un compañero de colegio que nos explicaba historias de la guerra mundial en las que los alemanes eran los buenos: el Tánger de Bowles, Bourroughs y los porros de los Stones». De Tánger, la familia se trasladó definitivamente a Valencia, la ciudad de los antepasados, donde Palomar ejerce hoy el periodismo en «Las Provincias» y conduce un magazine radiofónico.
El poder del ladrillo
«Sesenta kilos» demuestra el poder del ladrillo: el inmobiliario y los ladrillos de cocaína que acarrean sus personajes, entre burdeles y apartamentos de medio pelo: «La guardia civil consigue decomisar un ocho por ciento del total circulante… Es mucho, porque los narcos poseen la mejor logística del mundo». Un circuito con salida en Marruecos, los puertos de Barcelona o Valencia y las rutas alternativas de África y Europa del Este. La pintoresca fauna de «Sesenta kilos» la conoció Palomar en sus años universitarios cuando hacía de camarero en un bar con basca muy rara: «Los periodistas tenemos poca imaginación, no podía desechar ese material humano».
Sobre la corrupción política derivada de la mordida urbanística, Palomar sabe cómo los narcos y blanquedores de dinero pueden comprar a un político. «Ellos no tienen cultura, pero sí una psicología primitiva por la que saben a quíen dirigirse. Un día te pasan dos gramitos de coca en una disco, otro te invitan al mejor restaurante o te envían champán francés; fingen que son tus amigos, te dicen que eres muy agradable y muy listo, o te pagan un viaje en helicóptero….». La corrupción produce una dependencia, mucho peor que la del adicto a la droga: «Es la dependencia mental de quien ha vendido su dignidad. He conocido algunos políticos en esa situación: les quitas los escoltas y el coche oficial y sólo te queda un paleto».
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