cultura
El genio autónomo
La Casa del Cordón de Burgos presenta la exposición «Durero», en la que se recorre la biografía y experiencia artística e intelectual de uno de los grandes creadores del Renacimiento
katharina-julia gründler
Son muchas las razones por las que Alberto Durero (Núremberg, 1471-1528) es considerado uno de los artistas más destacados del renacimiento universal. Más que cualquiera de sus contemporáneos consiguió dar una forma artística válida y consistente a las corrientes sociales, políticas y ... espirituales de los tiempos de cambios radicales que vivía y que culminaron en la reforma protestante en su país natal, Alemania.
La obra de Durero sintetiza las tradiciones germanas de la edad media tardía con las de Italia -país al que viajó en repetidas ocasiones- marcadas por el reencuentro con la antigüedad y el nuevo espíritu explorador científico. Así redirige el rumbo social y espiritual del artista bajo la influencia del pensamiento humanista. En el transcurso de los últimos cinco siglos, sus obras nunca han perdido su actualidad y su impacto en la historia del arte sigue notándose hasta nuestros días, de lo que da fe la exposición que podemos ver en la Casa del Cordón hasta el nueve de enero de 2013.
Durero fue un trabajador incansable que creó una extensa obra pictórica y gráfica. La muestra burgalesa, comisariada por Javier Del Campo, es una bella puesta en escena, estructurada y organizada con un marcado carácter didáctico. Se centra en las alrededor de cien estampas en cobre y hierro y más de doscientas xilografías del autor, de las que consigue reunir 113 pertenecientes a la colección de Elisa Moretti, Elisabetta dal Bosco y Paolo dal Bosco, incluyendo Melancolía I, según Del Campo «considerado por la crítica como el verdadero retrato espiritual».
Una soltura inusual
Estos medios gráficos, entonces incipientes, que se acababan de desarrollar durante el siglo XV, le ofrecían la posibilidad de realizar sus ideas más libremente y con mejores medios económicos y de distribución que la pintura y el dibujo. La reproducción y difusión de sus obras le permitía trabajar con una soltura inusual para la época, y, aún joven, le hacía famoso más allá de las fronteras de Alemania, sobre todo en Italia.
Para Durero el grabado fue un arte completamente autónomo, lejos de tratarlo como una mera técnica de reproducción, lo valoraba igual que la pintura. En su mayoría, las obras se producían sin encargo previo y aún así eran mercancía. Con ellos, el artista conseguía atender un mercado, que, más allá de la contemplación religiosa, buscaba tanto el deleite estético como el debate intelectual y artístico de tintes humanistas. Los siglos, desde luego, no han podido con la fascinación que producen en el espectador tanto el argumento como la minuciosa y perfecta ejecución de las obras del genio alemán.
Merece especial mención, que, en las salas de Caja de Burgos, aún en los tiempos que corren, sigue siendo habitual que la exposición se acompañe con la cuidada edición de un catálogo (diseñado por Tomás Sánchez) para guardarnos la experiencia.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete