La clave de la formación está en las guarderías

Molinas firma un estudio, con Pilar García Perea , llamado «Acabar con el paro. ¿Queremos? ¿Podremos?» , donde se identifican algunos de los males crónicos que hacen de España una sociedad con una cantidad de paro estructuralmente alta. Entre otros, señala la fuerte rigidez del mercado de trabajo , que aparece, además, del todo desconectado de la universidad y los centros formativos.

«Las políticas activas de empleo se hacen en un despacho en Madrid, Sevilla o Santa Cruz de Tenerife, pero no pensando en las empresas que se supone deben contratar a los parados. Es más, ni siquiera se las consulta», afirmó durante una exposición en el santacrucero Club Oliver que se repitió pocas horas después en la sede de «Canarias 7», en Las Palmas de Gran Canaria.

Según su forma de analizar la situación -y con todas las cautelas del caso-, en el futuro ya no habrá la misma cantidad de asalariados a los que hemos estado acostumbrados, sino que el sustento se logrará de formas cada vez más independientes, donde cada persona creará el tipo de trabajo al que se dedique, algo que aparece contra la estructura actual de la educación española.

«Estamos formando a toda una juventud en las universidades, ¿para qué? Tenemos sobrecualificados casi el 35 por cien de los jóvenes españoles», dijo y comparó la situación con Alemania, donde la masa laboral tiene menos estudios superiores, pero una empleabilidad mucho más alta.

Volviendo a la educación inicial, citó el ejemplo de las guarderías de Lérida , donde se estimula la creatividad, la autoestima y el valerse por sí mismos de los niños, un caso que es estudiado por otros países, pero que en España es casi desconocido.

De esta manera, abogó por una educación pública «de excelencia», un objetivo que no está tan lejos de alcanzarse en términos presupuestarios, pero que debería ir de la mano de una mayor diversidad y flexibilidad de oferta educativa. En este sentido, alabó la ley Wert de educación —aunque criticó la manera de explicarla del exministro—, ya que «abre las puertas a las pasarelas entre FP y la formación generalista», sin que el bachillerato condicione el acceso a la universidad.