Hazte premium Hazte premium

viviendo en san borondón

El todo incluido no es el problema

La gente en vacaciones no va a los restaurantes a alimentarse, van a premiarse

José Fco. Fernández Belda

Como no podía esperarse otra cosa de los discursos de inicio de la legislatura canaria y en los de la precampaña electoral para las generales ya en marcha, volvieron a reproducirse los clásicos mantras en favor del intervencionismo gubernamental de chácara y tamboril en la economía que genera riqueza y empleo. En este contexto es pertinente recordar aquella lapidaria frase de la escritora ruso-estadounidense Ayn Rand, muy escarmentada por haber padecido el comunismo en su propia vida: «Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo... cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada ».

Cuando se habla de la principal actividad económica, la que también genera grandes ingresos para las instituciones vía impuestos y tasas, sigue estando de moda en los discursos políticos hablar de respeto del medio ambiente, concretándolo en legislar moratorias turísticas con la excusa de que «los turistas consumen servicios y recursos», como dijo Fernando Clavijo. Hasta ahora la palabra moratoria se aplicaba no tanto al turismo como a la construcción para uso turístico, es decir al negocio previo, porque el turismo empieza cuando el constructor entrega las llaves al hotelero.

Es ilustrativo comprobar que los defensores de limitar la construcción, la carga sobre el territorio dicen, sólo miran a la industria turística, la que da mayormente de comer en esta tierra, obviando a los canarios y no canarios que ocupan sin piedad el territorio por doquier. Lo hacen con la colaboración necesaria del concejal de urbanismo de turno, un político que con su sola firma puede hacer rico a un terrateniente, grande o pequeñito, autorizándole a levantar un cuarto de aperos que acabará con piscina, jacuzzi y dos plantas para guardar herramientas de labranza. Así, cuando se va por las carreteras insulares de noche, las laderas parecen árboles de navidad iluminados y no precisamente en zonas turísticas, sino en las ocupadas por canarios y con segundas residencias.

Pero el nuevo presidente ha vuelto a sacar del baúl de los recuerdos dos manidos espantajos, limitar la cantidad de visitantes y combatir una modalidad mundial de comercialización: «Hay que limitar el número de turistas. De nada sirve que lleguen 20 millones si vienen con todo incluido. Lo que interesa es que irradie la riqueza al resto de la economía». Merece la pena recordarle que eso no implica que la población aumente diez veces, como se ha oído argumentar a algunos muy ecologistas personajes que tal cosa defienden. Los turistas no vienen juntos y el número de pernoctaciones simultáneas es aún muy bajo para un razonable aprovechamiento de la planta hotelera y para mejorar la necesaria generación de empleo directo e indirecto en otras actividades complementarias como el comercio o los servicios y actividades turísticas.

Sorprende que haya políticos que ataquen el todo incluido porque arruina a los restauradores, pero no se rebelen contra la pensión completa que ofrecen los hoteles. Tal vez sea porque se conformen con el aperitivo o la merienda que esos turistas podrían consumir por fuera. Como ya se ha insistido muchas veces, el problema real de la restauración orientada al turismo es su falta de atractivo y fantasía . La gente en vacaciones no va a los restaurantes a alimentarse, van a premiarse. Y no encuentran normalmente eso que buscan y esperan, que no es sólo comida. Esos políticos deberían darse un paseo por los nuevos restaurantes, por ejemplo de Playa de Meloneras, siempre llenos a pesar de estar rodeados de grandes hoteles que ofertan el todo incluido. Aún hay quien pretende obligar a los turistas a consumir lo que a ellos les interesa, no lo que aquellos quieren.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación