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CONFIESO QUE HE PENSADO

Política fálica

El Senado, como en buena medida el Parlamento Europeo, se ha convertido en un cementerio de elefantes

SANTIAGO DÍAZ BRAVO

POCOS lugares resultan tan útiles en una casa como el desván, perfecto acomodo para esos muebles viejos que alguna vez nos resultaron de enorme utilidad y a los que, de tanto usarlos, acabamos por cogerles cariño. En lugar de desmontarlos y dejarlos a merced de ... los chamarileros, los almacenamos como quien colecciona cromos. Pero existen muchas clases de desvanes, algunos de lujo aunque los muebles que guardan sean de dudoso gusto. El más destacado de todos ellos es el Senado, esa Cámara legislativa que nos cuesta una fortuna, que a estas alturas nadie sabe explicar para qué demonios sirve y que se ha convertido en el refugio dorado para todos aquellos personajes que prestaron fieles servicios a su partido y que, de alguna forma, a ojos de sus superiores, merecen ser recompensados por tales servicios. Porque nada mejor que cobrar por hacer lo que le salga a uno del miembro fálico.

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