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COSAS MÍAS

Pablo Iglesias, el comunicólogo

Los sueños de Iglesias de instalarse como presidente en La Moncloa se tornan cada día más lejanos

Edurne Uriarte

Tuve la tentación de titular este artículo «Claro que No Podemos», obvio juego de palabras con el «Claro que Podemos» publicado por Monedero y Jesús Montero en El País en octubre del año pasado, en el momento álgido del nuevo partido político. Demasiado fácil a pesar de que, en efecto, el Podemos de aquel artículo se diluye entre la dimisión de uno de sus fundadores, el escaso 15% de participación en las primarias de este partido de «democracia desatada» (sic), la oscura financiación de un régimen autoritario, los casos de corrupción de su cúpula y la asombrosa inconsistencia del mensaje ideológico que lo mismo es comunista clásico, bolivariano que socialdemócrata.

Lo que demuestra que no sólo de comunicación vive un partido. Y, sobre todo, que es un grave error hacer de la comunicación el primer objetivo de un partido político. Tal como lo ha hecho Pablo Iglesias, en detrimento de las dos claves de una organización para establecerse, perdurar y triunfar a medio y largo plazo: la identidad ideológica y la organización. Justamente las que están ausentes en Podemos. Porque el líder Iglesias tiene más vocación de comunicólogo que de ideólogo. Está más interesado por la televisión que por las ideas. Como deja bien de manifiesto en sus publicaciones, las que ha escrito él mismo, y las que publican los demás con cada una de las palabras que pronuncia.

Lo malo de los libros es que también dejan para la historia las tonterías que has podido pensar hace algún tiempo. O tus peores errores. Que duelen más si son más recientes. Y no me refiero a su admiración por el autoritarismo chavista o a sus elogios de los movimientos violentos, todo ello más que conocido además de perfectamente asumido por Iglesias como sustancia de Podemos que es. Me refiero a sus teorías comunicativas, su más profunda obsesión. Por ejemplo, en el libro-entrevista «Abajo el régimen», publicado hace tan sólo año y medio. Entonces, Iglesias demostró su visión de futuro como comunicólogo, cuando afirmó que «UPyD es el único partido que ha entendido bien lo que es la comunicación política, ni siquiera el PSOE aunque históricamente lo haya hecho muy bien». También les llamaba partido de «fascismo cool», pero eso va en la ideología ahora socialdemocratizada de Iglesias.

Un año y medio después de la sentencia del comunicólogo, UPyD está en vías de desaparición y parece que los sueños de Iglesias de instalarse como presidente en La Moncloa se tornan cada día más lejanos. Y eso que no ha parado de salir en televisión y poner en funcionamiento sus teorías sobre la comunicación: «Cuando salgo en las teles soy consciente de que no me dirijo a la gente de izquierdas, sino a mucha más gente. Y es alucinante la cantidad de mensajes que me llegan».

La tele le ha servido también para fascinar a una buena parte del mundo periodístico, como UPyD en su día. Pero ahora resulta que no le acompañan ni la organización ni las ideas. La primera la tiene hecha unos zorros, y va camino de empeorar. Y la segunda es un caos. Del comunismo violento, anticapitalista y antiglobalización a consumidor de series masivas de televisión. De líder revolucionario a vulgar admirador de «Juego de Tronos». «Las tertulias televisivas han sustituido al Parlamento», dijo también el comunicólogo, y acabará probablemente de vuelta en ellas, como empezó.

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