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UNA RAYA EN EL AGUA

La Almudena

El secesionismo ni siquiera ha logrado crispar al Estado, que le ha desmontado el empeño con una serenidad casi displicente

Ignacio Camacho

A cinco días del 9 de noviembre, la fecha del previsto comienzo de la emancipación nacional de Cataluña, el secesionismo no ha logrado colocar su matraca siquiera en el primer plano de la opinión pública española. Los ciudadanos están inflamados de cabreo por la corrupción ... y la clase dirigente anda en vilo con el auge de Podemos en las encuestas. El empeño soberanista no solo provoca hastío en el país sino que empieza a resultar cansino en una parte significativa de la sociedad catalana que no se implica en la obstinación por organizar un referéndum de pega. Lo peor para el nacionalismo es que tampoco ha conseguido crispar al Estado, que le ha desmontado el tingladillo con una serenidad casi displicente, como quien baja la persiana a un pesado. Ni tanques, ni guardias, ni suspensión de la autonomía, ni sobreactuaciones retóricas: dos recursos legales y sendas providencias del Tribunal de Garantías han bastado para dejar el órdago en vía muerta. Por supuesto que el problema no se ha acabado pero Artur Mas tendrá que intentar otro camino y otra estrategia.

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