Vidas Eejemplares
El paseo de Lena
¿Deben pagar los aventureros los rescates fruto de imprudencias?
Luis Ventoso
La Costa da Morte toma su nombre de la enorme cantidad de naufragios acaecidos en tan bravo litoral. Desde la Edad Media hasta hoy, 454 barcos se han ido al garete. El viento zumba. El mar ruge como un home-cinema. El paisaje provoca ese ... latido panteísta que suscita la naturaleza desatada, entre sublime y sobrecogedora. El muro del Atlántico contra el verde. Acantilados de impresión. El sol dobla en Fisterra, el primer fin del mundo. La calamidad del "Prestige" divulgó la fuerza telúrica de una comarca todavía algo indómita, donde se inventó la singular receta de tomar los percebes acompañados de patatas por una sencilla razón: escaseaba la comida y al añadirles unos "cachelos", los percebes parecían "más plato de persona". Las leyendas negras abundan. Los ingleses han acusado a los vecinos de propiciar los naufragios con luces de despiste. Falso: la gente de la Costa da Morte ha arriesgado muchísimas veces su vida para auxiliar a los náufragos. Ahora bien, es verdad que se aprovechaban cuando la mercancía era arrastrada a las playas, lo que les valió el mote de "raqueros". En una noche de niebla de 1927 el vapor francés "Nil" se merendó los bajos de San Ferreiro, en Camelle, y allá se quedó varado, con un opíparo cargamento en sus bodegas, que incluía desde champán a leche condensada. El mar reventó el casco. Las cajas de leche condensada fueron arrastradas por el oleaje a tierra. Cuenta el anecdotario que los vecinos la tomaron por pintura y encalaron sus casas. Cuando llegó el verano, una plaga de moscas cubría la aldea. Cosas del fin del mundo...
El domingo pasado, Lena Waterfeld, una alemana de 25 años, espigada, de ojos intensos y vecina de Fráncfort, se puso a hacer a pie el camino que une Muxía y Finisterre. Pero Lena se perdió, ni más ni menos que en un acantilado, proeza digna de encomio, pues no es muy complicado entender a primera vista que un acantilado es eso, un acantilado, y no una atracción de Eurodisney. Para rescatarla se movilizaron un helicóptero, una lancha de salvamento, un remolcador y agentes de la Policía Local, la Guardia Civil y Protección Civil. Lena fue llevada al hospital, y por fortuna solo tenía algo de frío y la resaca del miedo. Sana y salva, la Xunta le ha enviado la factura del rescate, por ahora a título informativo: 4.600 euros. Lena, indignada, estudia presentar una denuncia y alega que el camino estaba mal señalizado "y si sigo caminado me mato".
Los vecinos de la Costa da Morte conocen las leyes no escritas de la naturaleza y se manejan con un respeto ancestral ante el peligro. Hoy, en nuestra era infantil, buscamos la seguridad absoluta, que los gobiernos conjuren todo riesgo. El Estado tiene que responsabilizarse de los que suben a la montaña sin conocimientos bajo un temporal, de los kamikazes del paracaidismo extremo, de los del coma etílico en el botellón, de los que viajan a zonas de guerra expresamente vetadas y de los que se ponen a hacer el pingo por un acantilado, porque "mola" subir a Facebook mi desafío por la Galicia indómita.
Espero que a Lena no le cobren la factura. Pero si lo hacen, tampoco daría mucha pena.
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