VIDAS EJEMPLARES

Límites del susanismo

Díaz era una opción aseada para el PSOE solo por la inanidad de su cantera

Luis Ventoso

Susana Díaz era una opción aseada para liderar el PSOE, pero más por deméritos ajenos que por un superávit de talento. En un universo donde Madina constituye una opción plausible, Díaz, que al menos cree que España existe, emergía como una salida tranquilizadora. A la ... presidenta –hereditaria– de la Junta la adornan algunas virtudes. Es una estajanovista inagotable. Conoce a fondo los resortes de la Administración y sabe vadearse en el navajeo interno de partido. Además, respeta el armazón constitucional y la idea de España (lo cual debería ser una perogrullada, pero sabe a novedad ante las veleidades nacionalistas y republicanas del poszapaterismo). Por último, gasta risa fácil y posee ese don inaprensible que permite a algunos políticos llegar a la gente, incluso diciendo obviedades. Ayer, por ejemplo, dejó unas cuantas: «Este país necesita estabilidad», «mi obsesión es la creación de empleo», «otra política es posible». Clichés simples, que no van más allá del «fútbol es fútbol y gol es gol» del pensador Vujadin Boskov, pero que pronunciados con pasión y sureño énfasis cobran un plus de credibilidad y frescor.

Por lo demás, con la (momentánea) retirada de Díaz de la arena nacional no es que hayamos perdido a Franklin D. Roosevelt. Comparte de pleno las dos carencias de la cantera del PSOE: solo ha trabajado en el partido y ha medrado sin haber ganado jamás unas elecciones. La presidenta de la Junta, una sevillana de Triana que hollará en octubre la cuarentena, es, como tiene a gala recordar, «hija, nieta y sobrina de fontaneros». Pero su padre era además veterano militante socialista y ella se afilió joven. Entretanto, iba cursando Derecho, sin agobios, a tenor de los diez años que empleó en coronar la gesta. El partido ha sido su única vida y empresa. Concejala en Sevilla a los 25, diputada en Madrid, senadora por designación autonómica, diputada regional. Una hija del aparato, dura, espabilada, currante, afecta al «o conmigo o contra mí». Griñán la apadrinó, haciéndola consejera de Presidencia, y le legó la Junta cuando los ERE lo fulminaron.

Díaz alardeaba ayer de que Andalucía es «la columna vertebral del PSOE». Pero los más de treinta años de gestión socialista allí han sido un fracaso. La presidenta, con sus extemporáneos socios comunistas, no lleva camino de enderezarlo. El paro, del 34,9%, dobla la media europea. El desempleo juvenil abruma (62,6%), una cifra tan sonrojante que el Papa Francisco la ha esgrimido como ejemplo de una «gravísima cultura del desecho», comentario que encendió a la presidenta, catequista en sus días juveniles. El fracaso escolar supera el 30%. La subcultura de la subvención atrofia la iniciativa y se ha destapado el que por volumen es el mayor escándalo de corrupción de nuestra democracia, los ERE. Andalucía, con posibilidades inmensas, ha sido objeto de una acertada discriminación positiva en las inversiones del Estado y ha recibido fondos europeos sin cuento. Pero el monocultivo socialista ha creado una factoría de parados. Con lo que tiene en casa, el susanismo parece un poco verde para grandes lecciones ejemplares.

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