HACIENDO AMIGOS
El espíritu de Lisboa
El 24 de mayo en Lisboa se van a confrontar y a dejar la piel dos eternos rivales entre los que no hay odio
Mi admirado Luis Ventoso me dio ayer una alegría en su columna al piropear generosamente y rebatir tajantemente una Tercera de ABC que yo había escrito «contra la Gran Belleza», la oscarizada película de Paolo Sorrentino. Creo que es la primera vez que me ... pasa algo así: que alguien me elogia para mostrarme su absoluto desacuerdo. Creo sinceramente que no se puede aspirar a más en este país y en este oficio tan duros, en los que a menudo nos niegan el agua y nos ponen a caldo los que están totalmente de acuerdo con nosotros y justamente por eso mismo. Creo, en fin, que la columna de Luis, que casi me convence con sus desprejuiciados argumentos y su tono afectuoso; es decir el buen rollito que hay entre nosotros, sintonizaba muy bien con el acontecimiento que ha marcado la semana que hoy se cierra: el anuncio de esa cita que van a tener el día 24 de este mes en Lisboa esos dos grandes equipos de fútbol madrileños entre los que ha habido, hay y habrá siempre una proverbial, radical y hasta tribal rivalidad milagrosamente exenta de odio.
En Lisboa, España va a tener la oportunidad de dar al planeta la mejor prueba de superación de una crisis nuestra que no es económica sino anterior a ésta. Por una vez en la vida va a haber un partido importante de españoles contra españoles en el que no se van a ver pancartas contra España; en el que no se van a proferir las consignas del mal rollo; de la inquina y el desdén al hermano; en el que no va a existir el menor peligro de que ni el Real Madrid ni el Atlético de ídem, ni merengues ni colchoneros, se entreguen al triste papel que suelen hacer esos clubes de fútbol que son algo «más que un club». Voy a tocar madera, pero yo casi me atrevería a jurar que no se verán en la gradas del estadio de La Luz otra tensión que no sea la estrictamente futbolística ni extemporáneas esteladas o bicruzadas. No sé por qué me da que no va a haber un puzle de pancartinas en el que pueda leerse: «Madrid is not Spain».
Duran i Lleida ha dicho que «en Madrid se disfruta con la confrontación». Tiene toda la razón. Pero a Duran i Lleida hay que explicarle que eso es lo sano, porque «confrontación» no es sinónimo de «enfrentamiento» sino lo contrario. El hecho de que él confunda esos dos términos ya es muy significativo. Confrontarse es disfrutar de la diferencia del otro, aceptar en el otro su diferencia, dejarle ser sin dejar de ser nosotros. Decir que hay que evitar la confrontación es decir que hay que acabar con el pluralismo.
El 24 de mayo en la capital lusa se van a confrontar y a dejar la piel dos eternos rivales entre los que no hay aversión. Yo creo que España debe vender al mundo y venderse a sí misma el Espíritu de Lisboa, esto es el arte de disfrutar de un equipo, de un juego, de un artículo contrarios al de uno. Por cierto, ahora que hablamos de esa bella ciudad portuguesa, me ha parecido un bodrio la película «Tren de noche a Lisboa». Lo digo, Luis, con la esperanza de seguir confrontándonos.
Por Iñaki Ezkerra
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