CAMBIO DE GUARDIA

Mitterrand y los genocidas

Gabriel Albiac

VEINTE años después, Francia sigue negándose a desclasificar los papeles de Ruanda. Cuando, en torno al ejército francés, tuvo lugar el último de los genocidios del siglo veinte; cuando 800.000 miembros de la etnia tutsi fueron exterminados, en condiciones imposibles de imaginar para una ... cabeza europea. A lo largo de cien días. Apaleados a muerte, despedazados a machetazos o quemados en masa dentro de locales cerrados. A culatazos, los niños. Arrojados vivos a las alcantarillas, los ancianos. En torno al ejército francés. Que, en el mejor de los casos, no hizo nada. En el peor… Eso es lo que contienen los archivos que permanecen cerrados.

Eran tiempos de «cohabitación»: presidente de Francia, el incombustible socialista François Mitterrand; primer ministro, el conservador Balladur. Mitterrand murió. Sólo su recuerdo puede ser enfangado; aunque enfangar el recuerdo de quien se inició en política, hacia 1934, con los protofascistas Croix de Fer del Coronel de La Rocque es difícil. Pero otros están vivos. Y el genocidio es un delito tipificado que no prescribe ante los tribunales internacionales. Y puede que, después de la segunda guerra mundial, la de Ruanda haya sido la matanza más ajustada al criterio que define el genocidio: exterminio de toda una etnia, los tutsis, a cargo de otra, los hutus. Y eso contó con aquiescencias que formaban parte de los grandes juegos sobre el tablero mundial.

El 6 de abril de 1994, un misil tierra-aire abate el Falcon-50 en el cual viajan los presidentes de Ruanda y Burundi, Juvenal Habyarimana y Cyprien Ntayamira, al iniciar su aterrizaje en Kigali. El 7 de abril, la etnia hutu inicia una matanza que se da como programa aniquilar a la etnia tutsi: el inestable pacto tribal, que dejaba en manos de los últimos la economía y en la de los primeros el poder político y militar, se quiebra. Borrar a los tutsis es consigna. El ejército francés está allí. No es una fuerza simbólica: constituye lo más operativo del dispositivo militar de Francia. Mitterand teme que el apoyo estadounidense a los tutsis pueda alterar la hegemonía gala en la zona. Apuesta por un apoyo militar ilimitado a los hutus, que han iniciado ya su «limpieza».

¿Participó el ejército francés en el genocidio activamente, como lo acaba de sugerir el presidente ruandés, Paul Kagamé («pregunten a los supervivientes de Bisesero en junio de 1994 y les dirán lo que los soldados franceses de la operación Turquesa hicieron; cómplices, desde luego, en Bisesero como en toda la zona llamada “humanitariamente segura”, pero también actores» http://www.jeuneafrique.com/Article/ARTJAWEB20140405193338/#ixzz2y6qzHJ00)? ¿Se limitó a dar cobertura logística a la operación que ejecutaron los tutsis? No habrá respuesta a eso mientras los papeles secretos que custodia el Elíseo no sean abiertos al conocimiento público.

Francia no participará en las conmemoraciones de Kigali. Tampoco desclasificará los documentos del último genocidio. Hay aún altos dirigentes vivos. Y procesables.

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