PECADOS CAPITALES

La batalla de Madrid

Mayte Alcaraz

06/12/2013
Actualizado a las 06:56h.

ARajoy le cae mejor Ana Botella que su marido. Tiene gestos afectuosos con ella cada vez que coinciden, sin que el Club Siglo XXI vaya a alterarlo. Calor que se convierte en tramontana cuando el protocolo reúne a los dos únicos presidentes populares del PP, ... de una complicidad siberiana. Aunque sabe que las cosas en el Ayuntamiento no han ido todo lo bien que era de esperar, los que conocen al presidente le han oído hablar bien de la lealtad de la regidora y defienden que nunca la sacrificaría tan solo por presiones de la izquierda y sus terminales mediáticas, en vigorosa e incansable campaña contra el Libro de Familia de Botella.

La única e inapelable razón para apartar a la alcaldesa de la batalla por Madrid –que sin duda quiere librar– tiene un nombre de escalofrío en la planta primera de Génova: las temidas encuestas. El oráculo que maneja desde hace unas semanas el PP no es almíbar para Botella, minada por Madrid Arena, el heredado jarro helado de los Juegos Olímpicos y la crisis de los barrenderos. En el menú del sondeo que recorre los mentideros de la capital, el PP ha añadido tres guisos a elegir por el comensal madrileño: Esperanza Aguirre, Manuel Pizarro y Cristina Cifuentes. Y la mayoría parece optar por un plato de siempre, deconstruido ahora para 2015: Esperanza Aguirre. Pero la perversa sociología ni siquiera asegura que la expresidenta garantice los 29 escaños que señalan la mayoría absoluta necesaria (si no se pacta con UpyD) para mantener la alcaldía. Y a nadie se le oculta que Aguirre nunca aceptaría pasar a la historia como la dirigente popular que perdió Madrid, tras 22 años de hegemonía.

Y es que la demoscopia en el PP de la capital es un arma de destrucción masiva. Una encuesta se cargó los planes de Aznar para Madrid en 2003: el expresidente tuvo que virar el rumbo y sacar a Esperanza Aguirre de su pretendido paseo por el Ayuntamiento y colocarla en la candidatura autonómica para dejar sitio a Gallardón, el único –junto con Rato– que garantizaba la renovación de la capital. Aznar, como ahora teme Rajoy, sabía que perder el Ayuntamiento era entregar, sin pelear, la Comunidad y que el naufragio en la capital de España llevaría la ola hasta las puertas mismas del Palacio de la Moncloa.

El dulce sabor de alcanzar en las urnas la primera alcaldía de España no le es ajeno a Aguirre y su autodescarte tiene que ver con su profundo conocimiento del terreno, que le aconseja no dar un paso al frente para no quemar sus expectativas un año y medio antes. Un daño colateral de su elección sería la obligada salida de Ignacio González. Es impensable un ticket con mentora y delfín juntos, fuera del control de La Moncloa.

La primera planta de Génova 13 está, pues, que arde. Continuará...