VIDAS EJEMPLARES
Carta de cafés
La política puede ser templada, cargada o exprés
Luis Ventoso
Hoy se cumple una semana del pinchazo, no por esperado menos frustrante. Cierto que era un clamor que los Juegos se iban con los yenes (ABC, por ejemplo, ya anunciaba en portada del pasado sábado que Tokio era la favorita absoluta). Pero siempre cuesta pinchar ... el globo de una ilusión. Por fortuna, este es un país de llorar poco y rápido. En solo unas horas pasamos del duelo a la comedia. De protagonista en el perpetuo astracán de la web, la alcaldesa Botella y su café con leche. El famoso «relaxing in Plaza Mayor», guionizado por el gurú de la comunicación Terrence Burns, cuyos emolumentos no concordaron esta vez con sus resultados: mucho parné para un farolillo rojo. El café bien hecho es un arte. Y el divino Aristóteles ya sentenció que la política es «el arte de lo posible». En la pereza del sábado repasamos una carta de cafés:
—Oriol. Carajillo muy cargado que alborota la percepción. En el momento provoca grandes euforias. Abusando, resaca, taquicardias y hasta alucinaciones.
—Café Artur. Es un carajillo que en esencia lleva lo mismo que el anterior, pero endulzado con un poco de engañosa crema CiU. Su consumo puede caer en picado en breve, porque ya puestos a meterse carajillos entre pecho y espalda, sus parroquianos prefieren directamente el colocón agreste de un Oriol.
—Un Mariano. Es un café templado. Ni te despeja de manera fulminante ni te provoca insomnio. Ideal para mitad de legislatura. Pero un poco suave cuando demandas una colación energética.
—Achicoria Alfredo’s. Sucedáneo de café, bastante insípido. Explosivo en boca. Pero pasado un minuto te das cuenta de que en realidad es agua colada. Nada.
—Gallardón Kopi Luwak. El Kopi Luwak es el café más caro del mundo. Un delicatessen japonés que cuesta 60 euros la taza. El Gallardón Kopi Luwak es la versión de este café en la que te tomas siete tazas dejando la minuta a pagar en el economato público.
—Café Valenciano. Negrísimo café solo. Amargo.
—Hawai Guindos. El café del que se pasa la vida de viaje mientras Montoro se lo toma en la máquina de la oficina y en vaso de plástico.
—Poleo Soraya. Una correctísima infusión relajante. Bien estructurada. Pero algunos consumidores demandan un tónico más contundente.
—Aguirre Largo. Café con gotas. Celebrado por los muy cafeteros. Aunque los dueños del bar donde trabaja lo consideran demasiado cargado.
—Nespresso Chacón. Se nota que las cápsulas son prefabricadas.
—Botella Natural. El café con leche de toda la vida. Correcto. Cumple, pero no emociona. El tipo de café que ya te han sacado antes de que tú puedas elegir.
—Wert. Un tostado muy intenso. Dos sorbos, y como una moto toda la mañana.
—Café Morenés. Capuchino servido en loza inglesa, con dos pisos de crema y chocolatina. Una exquisitez, al parecer. Pero nadie lo toma ni sabe que existe.
Ideal para calentarse antes de un escrache. Tres dedos de intolerancia, dos de dogma, y to pa dentro .
—Vienés Griñán. Primero aparece el chocolate rayado, luego un dedo de espuma, después la leche, luego más chocolate, y por fin, muy abajo, el café. Hay quien cree que esta bebida oculta algo.
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