En el umbral de la entrada en fuerza en Líbano

Tan eficaz acción aérea antiterrorista contra los reunidos en el subsuelo profundo de un edificio civil en los suburbios del sur de Beirut (Dahye), no solo descabezó políticamente a Hizbolá sino que, asimismo, remachó el tremendo mazazo anterior de las FDI, aniquilando la cúpula belicosa –no puede denominarse «militar» por ser ésta una noble condición inaplicable a terroristas–. Tal escenario alumbra una aguda debilidad de las estructuras de dirección y mando terroristas, a la vez que constata el enorme talento de la inteligencia israelí, para infiltrarse en Hizbolá y señalar con precisión en el espacio y oportunidad en el tiempo los objetivos a batir por las FDI.

Lo más lamentable son los daños colaterales a civiles que, en primera instancia, son atribuibles a la alevosa costumbre terrorista de ocultar órganos de dirección, armamentos e incluso grupos armados dentro de inmuebles e instalaciones civiles. Más allá de amenazantes soflamas de ayatolas e imanes, de lágrimas de cocodrilo políticas y otros llantos plañideros, tal método de enmascaramiento evidencia el sádico desprecio de los terroristas por la seguridad de su propio pueblo.

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Tras desplazar gran masa de maniobra al norte de Israel, Tel Aviv planea posibilitar el retorno a sus hogares de los más de 70.000 desplazados de esa zona. Ello demanda entrar en fuerza en el Líbano, desbordando la Línea Azul de separación entre Hizbolá y las FDI, para neutralizar una franja de terreno de unos 30 km de profundidad. Como preparación para ello, las tropas israelíes lanzan potentes ataques de reconocimiento en suelo libanés con apoyo de fuego aéreo y artillero. Acciones limitadas en profundidad en un frente discontinuo que tratan de definir posiciones e infraestructuras de los terroristas.

Al ser ese terreno el de despliegue la de los cascos azules de UNIFIL, una entrada en fuerza en él supondría no solo la voladura del mandato de Naciones Unidas, sino también la puesta en grave riesgo de los 11.000 componentes de esa misión, entre los que se encuentran cerca de 800 españoles (Mando y Cuartel General en Naquora y en el Sector Este con base principal en Marjayoun). No estaría de más que en el sanedrín Exteriores-Defensa unos desviaran su atención preferente de la promoción del catalán y otros de supuestos «prestigios» y todos meditaran sobre la oportunidad de revisar la participación española en una misión que ni puede cumplirse ni tampoco desarrollarse por tropas de mantenimiento de la paz. Porque, en su caso, deberían ser fuerzas de combate preparadas y dotadas para la imposición de la paz.

En el alejado Yemen, se está produciendo la respuesta israelí a los ataques con misiles de los hutíes. En el fin de semana, la aviación israelí ha machacado, en la costa del Mar Rojo, las instalaciones portuarias de Al Hudayda y Ras Isa puertas de entrada de ayuda militar iraní. Una acción particularmente compleja por el alejamiento de Israel (cerca de 2.000 km) de esos objetivos. Los cazabombarderos habrán necesitado ser repostados en vuelo por aviones cisterna, lo que lleva a sospechar que en tal abastecimiento hayan participado también los «botijos» norteamericanos. Aunque, de momento, no parece previsible que Irán se embarque en una guerra directa contra Israel, tampoco parece que las FDI entren en fuerza en el Líbano mientras que EE.UU., el gran valedor de Israel, no haya completado su despliegue disuasorio en la zona.

A tal efecto, el Pentágono está incrementando allí el despliegue de unidades norteamericanas, particularmente de batalla aérea, ataque al suelo y defensa antiaérea. Además, el grupo de ataque del portaviones nuclear USS Harry Truman que, el 23 de septiembre, zarpó de la base naval de Norfolk (Virginia) próximamente transitará el Estrecho de Gibraltar hacia el Mediterráneo Oriental. Al mismo tiempo, el grupo de ataque del portaviones USS Abraham Lincoln permanecerá en aguas del teatro de USCENTCOM en el mar Arábigo y el Grupo Anfibio Wasp seguirá en el Mediterráneo oriental.