La última Reina cristiana
Mientras que Isabel II defendió la fe cristiana durante su reinado, Carlos III será el protector de todas las creencias
Cristina muñoz osuna
En cada una de las monedas que circulan por el Reino Unido y los territorios británicos de ultramar aparece la imagen de la Reina Isabel II con la inscripción 'Elizabeth II dei gra reg fid def', que traducida del latín y en su forma ... completa es 'Isabel II por la gracia de Dios, reina y defensora de la fe'. 'Defensor de la fe' es el título que el Papa Leon X le concedió a Enrique VIII como distinción por redactar un documento contra Martín Lutero, el 'Assertio septem sacramentorum adversus Martinum Lutherum' (Declaración de los siete sacramentos contra Martín Lutero). Entonces el Rey era un joven comprometido con el catolicismo y nada presagiaba que acabaría fundando su propia iglesia, la Iglesia de Inglaterra.
Cuando Enrique VIII rompió con Roma, el Pontífice Pablo III le privó de ese honor, pero en 1544 el monarca quiso recibir de su propio parlamento el mismo título de 'Defensor de la fe'. A partir de aquella fecha los reyes de Inglaterra eran defensores de la fe, pero de la fe anglicana, de la cual continúan siendo su cabeza visible. Un título que siguen utilizando hasta hoy, aunque no todos han mostrado su fe cristiana con tanta claridad como Isabel II.
Comenzó su reinado pidiendo que rezaran por ella y vio en los mensajes de Navidad un medio para acercar la fe a su pueblo. A las tres de la tarde desde el Palacio de Buckingham, aunque a veces desde el Castillo de Windsor o desde el de Hollyrood (Santa Cruz en inglés antiguo), se dirigía a los países de los que era jefe de Estado en distintos rincones del mundo. El protagonista del mensaje de Navidad del año 2000 fue Jesucristo: «Para mí», decía la Reina, «las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad personal ante Dios proporcionan un marco en el que intento conducir mi vida. Yo, como muchos de ustedes, he obtenido un gran consuelo en tiempos difíciles de las palabras y el ejemplo de Cristo». Los mensajes de la Reina por Navidad salían de su puño y letra, sin necesidad de que lo revisara el parlamento.
Coincidiendo con el cambio de milenio, los mensajes fueron desvelando a una Reina con profundas creencias cristianas. En el de 2013 manifestó que «la oración nos ayuda a renovarnos en el amor de Dios, mientras nos esforzamos cada día por ser mejores personas (…) este amor es para todos. No hay nadie que esté fuera de su alcance». Una muestra de esa vida de piedad es que cuando se encontraba en su residencia oficial de Edimburgo, todas las mañanas asistía a un servicio religioso con música en la capilla del Palacio, según nos cuenta su organista. Un año más tarde daba otra catequesis navideña: «Para mí, la vida de Jesucristo, el Príncipe de la Paz, es una inspiración y un ancla en mi vida. (…) El ejemplo de Cristo me ha enseñado a tratar de respetar y valorar a todas las personas, de cualquier fe o de ninguna».
Sensibilidades distintas
En la Iglesia anglicana conviven distintas sensibilidades y a la Reina se la podría situar en la 'middle church', un espacio intermedio entre la 'high church' y la 'low church', donde se celebran servicios religiosos, aunque no siempre afirman la transustanciación y tampoco tienen los sacramentos de la confesión y de la extremaunción. En cambio, en la 'high church' o 'anglo-catholic' se subraya la importancia de los sacramentos y la liturgia. Se trata del sector más próximo a la Iglesia católica desde el que se han producido conversiones al catolicismo, sobre todo coincidiendo con el acceso de las mujeres al sacerdocio y al orden episcopal. Y en la 'low church' se sitúan los fieles más próximos a la Iglesia protestante.
Thomas Conelly, párroco emérito de St. Kentingern, una iglesia católica de Manchester, acaba de celebrar una de las más de mil misas católicas que se van a oficiar por la Reina en todo el país y asegura que «aunque no se sabe si Isabel II estaba o no de acuerdo con el acceso de las mujeres al sacerdocio y al obispado, lo cierto es que nunca tuvo una mujer como capellana real». Según este sacerdote la Reina solía llamar al católico cardenal Hume, «mi cardenal».
En las siete décadas de su reinado Isabel II mantuvo reuniones con prácticamente todos los papas y aunque el protocolo establece que las reinas protestantes deben vestir de negro, para algunos encuentros siempre eligió el azul, un color muy celestial. En 1980 tuvo lugar su primer encuentro con Juan Pablo II en el que destacó su imagen vestida de negro hasta los pies con velo negro y su tiara favorita, la Vladimir, de brillantes y perlas, una de las que se exhibe a día de hoy en Buckingham Palace con motivo de su Jubileo de Platino. Dos años más tarde Carol Wojtyla era el primer Papa en pisar suelo inglés en una visita histórica, aunque no fue la última vez que se vieron. El carisma del pontífice hizo que Isabel II volviera al Vaticano en visita privada en el año 2000. Con Benedicto XVI mantuvo un encuentro prolongado en el Palacio de Hollyrood, la residencia oficial de la reina en Edimburgo, que el Santo Padre calificó de «muy cordial» y en el que pudieron «compartir varias preocupaciones profundas por el bienestar de los pueblos del mundo y por el papel de los valores cristianos en la sociedad».
Encuentro con el Papa
Más despreocupada fue la cita con Francisco hace siete años en la que Isabel II se disculpó por llegar tarde: «Perdón por tenerle esperando, estábamos teniendo un almuerzo muy agradable con el presidente (de Italia, entonces Giorgio Napolitano)». La Reina le regaló una cesta con productos de sus fincas como un tarro de miel de las abejas de Buckingham – «de mi jardín», dijo– o una botella de whisky de Balmoral. Cuenta la guía de los jardines del Palacio que más tarde el Papa pidió otro tarro de miel a lo que le contestaron que «sólo se entregaba una», una anécdota significativa tratándose de una reina inglesa y un Papa argentino.
En cuanto a las intenciones del nuevo Rey respecto a la religión en estos momentos iniciales ya hay quien aprecia una «profunda continuidad» con el reinado de su madre, tal y como aseguraba a Sky News el anterior arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, tras la ceremonia de proclamación. Al igual que en su día hizo Isabel II, Carlos III ha comenzado el reinado pidiéndole ayuda a Dios. «Para llevar a cabo la pesada tarea que se me ha encomendado (…) pido la guía y la ayuda de Dios todopoderoso»; así concluía su solemne discurso de proclamación ante el Consejo en el Palacio de St. James, un rito ancestral televisado por primera vez por expreso deseo del nuevo Rey. Como jefe de Estado de quince países, monarca de una sociedad pluricultural con comunidades que profesan distintas religiones, aunque cada vez más secular, y Gobernador Supremo de la Iglesia anglicana, mantener el equilibrio será complicado, aunque Isabel II lo llevó a cabo con sobresaliente. Precisamente durante la ceremonia juraba «preservar la Iglesia de Escocia», la presbiteriana, de la que él no es su líder religioso. Carlos había manifestado que estaba dispuesto a hacerlo en la primera oportunidad y así lo ha hecho para cuidar las relaciones con Escocia.
El papel de Carlos III
En su primer ya histórico mensaje desde Buckingham tras fallecer la reina –que no paran de repetir aquí las televisiones–, Carlos se refería a cómo «nuestra sociedad se ha convertido en una de muchas culturas y muchos credos (…). Nuestros valores han permanecido, y deben permanecer constantes». Un mensaje que nos recuerda lo que hoy en día es la Iglesia anglicana: una confesión con una muy reducida carga dogmática donde caben todas las creencias, aunque sean contradictorias. En relación con «su responsabilidad particular hacia la Iglesia de Inglaterra», en ese mensaje a la nación confirmaba que «es en esa Iglesia en la que mi propia fe está tan profundamente arraigada».
Si Carlos continuará o no por la misma senda cristiana de su madre lo iremos viendo a medida que avance su reinado. Williams asegura que el Rey «se toma perfectamente en serio su fe personal, al igual que su madre» y después de la «clase magistral que hemos tenido de la Reina en los más de 70 años, él sabe cómo hacerlo». De momento hay quienes dicen que «Carlos no es tan religioso como ella y que será un Rey muy tolerante y reconciliador», como asegura un sacerdote católico de la misma generación del nuevo monarca que en relación con su polémico divorcio de Diana añade que «aunque no se puede juzgar, yo no creo que fuera tan culpable como dice la gente. A la prensa le gusta resaltar que él fue un pecador terrible, pero Diana no era una santa». El nuevo Rey nos irá desvelando si esa fe cristiana en la que ha sido educado, como dijo en su discurso, es o no un pilar en su vida y en su reinado y si la despedida del rey a su madre con la poética frase «los vuelos de los ángeles te canten hasta tu descanso» es algo más que un verso romántico.
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