«Tufillo a Weimar» en Alemania: la violencia se extiende en la campaña de las elecciones europeas

Es sólo uno más de los múltiples incidentes que salpican por todo el territorio alemán esta campaña electoral. El eurodiputado del Partido Socialdemócrata (SPD) Matthias Ecke y la senadora berlinesa, también del SPD, Franziska Giffey, fueron los políticos agredidos días antes. El primero a manos de varios jóvenes, uno de ellos al menos relacionado con la extrema derecha; y la segunda por parte de un hombre de 74 años con problemas mentales, según la Policía.

A principios de mayo, manifestantes en Brandeburgo bloquearon el coche de la vicepresidenta del Bundestag, Katrin Göring-Eckardt, de Los Verdes, en un «estado de ánimo agresivo», también según fuentes policiales. Y a estos ataques contra supuestos oponentes políticos se suma la violencia que el conflicto en Oriente Próximo ha trasladado a las calles alemanas. Esta mañana han amanecido calcinadas varias oficinas del ayuntamiento de distrito de Tiergarten, en el centro de Berlín, incendiadas durante la noche y marcadas con pintadas en las que se lee 'Free Gaza' ('Gaza libre').

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«El odio antisemita se dirige contra los judíos, pero al mismo tiempo contra elementos centrales de la democracia y, como se ha visto en el Ayuntamiento de Tiergarten, también contra el Estado democrático como tal«, ha advertido Samuel Salzborn, sociólogo y Comisionado de Antisemitismo del estado de Berlín.

Pero quien ha puesto nombre a este estado de violencia política ha sido el columnista de 'Der Spiegel' Markus Feldenkirchen, al hablar en uno de sus artículos de «tufillo a Weimar», en referencia al escenario violento de los años 30 del siglo XX, en un tiempo en el que la actividad política era una profesión de riesgo en Alemania. Y, aunque salvando las distancias, las cifras respaldan sus quejas.

Según la ministra alemana de Interior, Nancy Faeser, el número de delitos contra funcionarios electos aumentó un 53% entre 2022 y 2023. En 2023 se denunciaron un total de 2.790 ataques a las autoridades alemanas, según una respuesta del Gobierno federal a una pregunta de AfD en el Bundestag. Más de 1.200 de ellos afectaron a miembros del partido Los Verdes, casi 500 a miembros de AfD y 420 a políticos del SPD. No todos estos delitos incluyen ataques físicos, pero últimamente aumentan las palizas e insultos.

Los ataques físicos a políticos y representantes estatales no son un fenómeno completamente nuevo en la historia de la República Federal. En 1977, en el llamado 'otoño alemán', el grupo terrorista de extrema izquierda Fracción del Ejército Rojo (RAF) llevó a cabo ataques en todo el país: el presidente de la patronal Hanns Martin Schleyer fue asesinado y un avión Landshut de Lufthansa fue secuestrado. Wolfgang Schäuble, recientemente fallecido, quedó en silla de ruedas tras el intento de asesinato por parte de un opositor, en 1990. Otra célebre víctima fue Oskar Lafontaine, entonces presidente regional del SPD en el Sarre. Al canciller Helmut Kohl le arrojaron huevos y bolsas de pintura en 1991, durante una visita a Alemania del Este; y su sucesor, Gerhard Schröder (SPD), fue abofeteado en 2004.

El caso que puso en alerta a todas las autoridades sucedió en octubre de 2015, cuando un individuo de la extrema derecha con antecedentes penales apuñaló a una política local de Colonia, Henriette Reker, durante un acto de campaña electoral. Sobrevivió a duras penas y fue elegida alcaldesa pocos días después. Y el mayor fracaso que asumen las autoridades alemanas, en 2019, fue el de un extremista de derechas que disparó contra el presidente del distrito de Kassel, Walter Lübcke, en el jardín de su casa, como castigo por comprometerse a recibir refugiados en su distrito. También el alcalde de Tröglitz, en Sajonia, dimitió en 2015 después de que él y su familia sufrieran amenazas masivas.

Los últimos incidentes han llevado a la Conferencia de Ministros de Interior, en la que están representados la ministra federal, Nancy Faeser, y los ministros regionales de los BundeslAnder, a pedir un endurecimiento de las penas contra este tipo de delitos. «Si esto continúa en los partidos locales, en los parlamentos regionales, entonces me temo lo peor. Un tufillo a Weimar, lo digo sin exagerar, habiéndolo pensado muy bien, se cierne sobre la República«, ha advertido el exministro de Interior Gerhart Baum. »Weimar significa que no solo aparecen votantes decididos de AfD en los parlamentos, sino que el apoyo a esta actitud también proviene de la ciudadanía, y el Fiscal General Federal lo señaló hace unos días. El odio y esta tendencia a banalizar el extremismo de derecha viene del centro de la burguesía. Eso me asusta. Eso me asusta mucho«.