CLAVES DE LATINOAMÉRICA
Trump dejará buena memoria en Latinoamérica si Maduro cae sin excesos militares
El presidente estadounidense combina presión económica, amenazas militares y diplomacia selectiva en una estrategia que revive las tensiones históricas con la región
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Iniciar sesiónCon su «América Primero», Donald Trump ha colocado a los vecinos de Estados Unidos en la diana. El repliegue de la presencia en el exterior ha llevado a Washington a poner el foco en su tradicional «patrio trasero». Cuestiones como «recobrar» ... el control del canal de Panamá, imponer aranceles a México a pesar del tratado de libre comercio que los une, expulsar a miles de inmigrantes ilegales –básicamente hispanos– y enfrentar el narcotráfico usando los poderes máximos propios del contraterrorismo, con despliegue militar en el Caribe y amenazas de ataques tierra adentro, ocupan hoy el día a día de la Casa Blanca.
Para muchos latinoamericanos es la reedición del estereotipo de la potencia imperialista propio de un tiempo que se creía dejado atrás. Con frecuencia los países latinoamericanos se han quejado del desinterés de Estados Unidos hacia su propia región, pero está claro que preferirían otro tipo de atención. Parece no haber un término medio entre la Doctrina Monroe, de negación práctica de la soberanía de los países al sur de Río Grande, y una colaboración sincera, de cooperación mutua, que, si bien siempre tendrá dificultades porque no es entre iguales, podría ser más respetuosa.
Si Trump logra imponer la paz en Gaza y, finalmente, también conduce la guerra de Ucrania hacia algún tipo de cese de hostilidades aceptable para Kiev, el polémico presidente estadounidense habrá salvado con nota su segundo mandato en materia de política exterior, que es la que le importa al mundo. Su mala imagen internacional por imponer aranceles unilaterales y tratar desconsideradamente a sus mismos aliados se vería contrarrestada con ese legado de paz... en caso de alcanzarse.
Trump rompe los contactos con Maduro y su equipo trabaja en planes ofensivos
David AlandeteLa Casa Blanca suspende las gestiones diplomáticas de Richard Grenell y refuerza su despliegue militar frente a Venezuela, en plena escalada contra el régimen chavista, mientras aún se evalúa la posibilidad de autorizar ataques
Algo parecido podría decirse en relación específicamente con Latinoamérica. La memoria que dejará Trump en la región será negativa salvo que consiga un cambio político en Venezuela. Si su estrategia de presión sobre Nicolás Maduro resulta exitosa y se produce un cambio de régimen sin apenas uso de la capacidad militar, Trump podrá condecorarse con ese mérito y relativizar así sus desprecios hacia la región. Incluso parte de los cientos de miles de venezolanos que han perdido el estatuto de protección temporal para seguir viviendo en Estados Unidos podrían mirar positivamente a Trump si los cambios en Caracas acabaran permitiendo un retorno satisfactorio a su país.
La presión sobre Maduro, sin embargo, tiene sus riesgos. Una invasión sería desastrosa en términos de reputación regional (además de las bajas que se producirían). Pero, sin llegar a ese extremo, según qué ataques selectivos en aguas jurisdiccionales de Venezuela o en tierra de su soberanía, por más que estuvieran dirigidos contra objetivos de narcotráfico, supondrían una vulneración del derecho internacional y tendrían una acogida mayoritariamente negativa en la región, sobre todo si su efecto deseado se demorara. La prolongación excesiva de una «fase II», en la que Trump ahora amenaza con entrar –ataques dentro del territorio venezolano en su pretendido acoso del Cartel de los Soles –, provocaría un duradero descrédito vecinal.
Por otro lado, Trump puede complicarlo todo aún más en términos regionales. El creciente enfrentamiento con el presidente colombiano, Gustavo Petro, podría conducir, si la relación se deteriorara completamente, a la inclusión de Colombia entre los objetivos donde atacar para impedir la alegada de cocaína a Estados Unidos. Un improbable ataque en Colombia, y por supuesto en México, rompería una labor de décadas realizada por Washington para superar el recuerdo de los tiempos de su imperialismo.
No obstante, Trump parece ser consciente del terreno que pisa. No ha estirado más la cuerda en cuanto a sus exigencias sobre Panamá y estaría en trance de reconducir su pulso con Lula da Silva sobre los aranceles del 50% aplicados a Brasil. Se supone que Marco Rubio, el primer secretario de Estado norteamericano de origen hispano, sabe que un comportamiento abusivo hacia su entorno continental constituiría para Estados Unidos una losa perdurable en su relación con las Américas.
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