Trump, ante su hora decisiva: las razones para su culpabilidad o inocencia

La expectación será máxima en el piso decimoquinto de los juzgados penales de Nueva York, en el sur de Manhattan. Será la última vez que los doce neoyorquinos que conforman el jurado escuchen a las partes antes de encerrarse para alcanzar un veredicto. La deliberación tendrá transcendencia más allá de lo judicial.. El jurado solo considerará si Trump es culpable de un delito de falsificación de documentos financieros con la intención de ocultar otro delito (según la fiscalía, interferencia en las elecciones de 2016). Pero su impacto político es difícil de calcular: el expresidente de EE.UU. podría acudir a las elecciones presidenciales de noviembre como convicto de la comisión de crímenes, algo inaudito en la democracia más vieja y estable del mundo.

No conseguir un veredicto de culpabilidad sería una debacle para la fiscalía. De las cuatro causas penales que persiguen a Trump, esta puede ser la única que se ventile en juicio antes de la cita con las urnas y la que se juega en territorio más favorable: un jurado de neoyorquinos, donde Trump -pese a ser uno de los suyos- no es visto con buenos ojos desde su desembarco en política.

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Javier Ansorena

Con todo, la fiscalía necesita que los jurados consideren que Trump cometió esos delitos «más allá de una duda razonable». Es decir, que de las pruebas presentadas ante ellos no se pueda extraer una explicación razonable que no sea esa.

La imputación de la acusación es sencilla: 34 cargos de falsificación de documentos financieros relacionados con un pago para silenciar a Stormy Daniels, una actriz porno que alegaba haber tenido una relación extramatrimonial con él. Lo complejo -y cuestionable, para algunos expertos legales- es el siguiente paso: la falsificación es en primer grado -lo que la convierte en un delito- porque fue para ocultar una trama delictiva para «influir en la elección de 2016», según los fiscales. El entonces candidato buscó callar a Daniels y otras voces -por ejemplo, otro supuesto romance- para que no perjudicaran sus opciones electorales. Ese pago podría violar la ley de financiación electoral y la legislación fiscal.

En el centro de la trama está el abogado Michael Cohen, el muñidor de asuntos turbios de Trump en aquella época. Él fue quien ayudó a Trump a silenciar esas alegaciones perjudiciales, él pagó a Daniels y a él devolvió Trump ese dinero, con la citada falsificación para ocultarlo todo. Cohen, un personaje sórdido, que ha pasado por la cárcel tras declararse culpable de delitos relacionados con el pago a Daniels y otras actividades, ha sido el testigo central de la fiscalía. Pero también es un testigo al que la defensa castigó su credibilidad durante el interrogatorio.

En el alegato final, la acusación tendrá que apuntalar su relato tanto con las declaraciones de Cohen, como sin ellas. Durante estas semanas de prueba, han presentado evidencias de que Trump estuvo en el centro de toda la trama: en la suite de un hotel con la actriz porno, en la negociación de la trama para evitar voces perjudiciales, en el reembolso a Cohen del dinero. Habrá que ver qué estrategia utilizan para convencer al jurado de que Trump lo sabía todo y que lo que ocurrió fue un delito.

El líder de la defensa de Trump, el abogado Todd Blanche, hablará para una persona: el miembro del jurado que puede hacer descarrilar el veredicto, que solo se alcanza por unanimidad. Es impensable que esa unanimidad sea para encontrar al expresidente como no culpable. Pero sí es posible que haya uno o más jurados a quienes no les convenza el relato de la fiscalía y no den su brazo a torcer. El resultado sería un juicio nulo. Habría que reiniciar todo el proceso y Trump se libraría de cualquier declaración de culpabilidad antes de las elecciones.

La esperanza de la defensa está en la credibilidad de Cohen. La atacaron sin descanso durante el juicio, en el que pintaron al testigo como un mentiroso compulsivo -ha mentido antes en tribunales, en el Congreso y a todo el que se le ponía delante-, que busca venganza contra quien fuera su jefe y que actúa movido por su inquina a Trump y por interés económico.

Blanche ha tratado incluso de hacer creer al jurado que Cohen mintió incluso durante su testimonio en el juicio, por la ya célebre llamada de 96 segundos que mantuvo con Trump. Cohen dijo que hablaron en ella del pago a Daniels, el abogado trató de demostrar que en realidad hablaron de otra cosa.

El objetivo de la defensa es convencer al jurado de que Trump estuvo al margen de los aspectos centrales del caso -el pago a Daniels y la falsificación del reembolso- y que su participación solo se sustenta por las declaraciones de Cohen, a quien no se puede creer.

En su contra está que el jurado no ha escuchado al otro gran protagonista de la trama: el propio Trump. El expresidente, pese a proclamar que testificaría porque «todo lo que puedo hacer es decir la verdad», al final decidió no subir al estrado. Casi nunca lo hacen los acusados -el riesgo de entrar en contradicciones y perjurios es muy alto- y él tampoco fue una excepción.