Tensión, júbilo y decepción en una tarde histórica en Nueva York: «Trump solo ganará más popularidad»
Nadie creía que, tras doce horas de deliberación y a última hora de la tarde, el jurado fuera a cerrar su decisión
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Corresponsal en Nueva York
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Iniciar sesiónLa mezcla de manifestantes, curiosos y periodistas que se junta cada día en Collect Pond Park -la plaza frente a los juzgados donde se ha celebrado el juicio a Donald Trump- estaba este jueves a punto de largarse a buscar el metro o ... a tomar una cerveza cuando llegó una noticia inesperada: «Hay veredicto». Eran las cuatro y veinte minutos de la tarde y el juez del caso, Juan Merchan, ya había notificado antes que el jurado, el encargado de declarar la culpabilidad de Trump o su ausencia, acabaría de deliberar ese día diez minutos más tarde, a las cuatro y media.
Para entonces, nadie creía que, tras doce horas de deliberación y a última hora de la tarde, el jurado fuera a cerrar su decisión. Todo el mundo creía que la deliberación seguiría al día siguiente. Era una tarde pesada, que olía a tormenta. El anuncio de la existencia de veredicto disparó una ansiedad que se había ido acumulando desde el día anterior, desde el comienzo de la deliberación, con todo el país pendiente del veredicto y con el microcosmos de Collect Pond Park con los nervios a flor de piel.
«Estamos haciendo historia, hermano», le decía a un colega una habitual de las protestas a favor de Trump, con la voz cascada y una bandera con el nombre del expresidente en la mano. Decenas de ciudadanos se agolpaban sobre las vallas que miraban al juzgado, mirando al edificio 'art-deco'. Allí arriba, en el decimoquinto piso, Trump estaba a punto de escuchar la palabra «culpable» 34 veces. La tensión era tan densa que se podía mascar.
Las noticias de las primeras declaraciones de culpabilidad se recibieron con confusión. Hubo vítores inmediatos, gritos de júbilo, incredulidad en la cara de quienes llevaban la conocida gorra roja 'trumpista'.
«Por fin se hace justicia con este criminal», celebraba Annie Luce, emocionada, con lágrimas en los ojos. «Durante años hemos peleado contra este criminal, racista y misógino. No puedo estar más feliz», añadía a este periódico, mientras un seguidor de Trump clamaba que esto convertía a EE.UU. «en un país comunista».
«No me sorprende para nada, este juicio ha sido un chiste», replicaba Matthew Turner, que no llevaba ni camisetas, ni gorras, ni banderas, pero dejaba claras sus simpatías. «Trump ganará en recurso. Pero, mientras tanto, va a conseguir todavía más popularidad. Ha sido un proceso corrupto, pero esto al final va a ser positivo para EE.UU., dará más opciones a Trump para volver a la presidencia».
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Collect Pond Park, como en muchos días importantes del juicio, era un hervidero de la 'troupe' circense que aparece por donde va el expresidente, a veces por devoción al líder republicano, otras en busca de atención de la prensa: una señora que rezaba con las manos levantadas hacia el edificio del juzgado; un joven con lentillas verde neón, envuelto en una bandera de Trump y con una corona -decía llamarse Jesús AOK News- y que decía a este periódico que la culpabilidad de Trump será respondida «con una revuelta, una guerra civil, una III Guerra Mundial-; un hombre con gorro de cowboy tatuado con pegatinas trumpistas y un cartel de 'Judíos por Trump'; o una mujer que enseñaba sus pechos en la llegada del multimillonario neoyorquino a los juzgados y que profiría gritos contra la prensa.
«Esto va a ser pegar un tiro por la culata para Joe Biden y los demócratas», pronosticaba Raúl Rivera, un hispano del Bronx, que se enzarzaba en discusiones con todo el que celebraba el veredicto. «El presidente Trump no es perfecto, pero necesitamos que vuelva a la Casa Blanca».
«Estoy triste», confesaba Brian O'Hara, otro seguidor del expresidente. «Trump es un buen hombre y seguirá como presidente. Es la única esperanza para EE.UU. y para el mundo. Si Biden es reelegido, será un problema grave para el mundo, habrá una guerra mundial. Con lo que está pasando en Oriente Medio y en el Este de Europa, necesitamos alguien con mano dura».
Las discusiones, algunas razonables, otras a gritos, entre los pro y anti Trump se alargaron casi hasta que oscureció. No hubo nada de la violencia que algunos temían. A última hora, un espontáneo apareció con un mono naranja de presidiario y una careta de Trump. Apuntaba con el índice hacia abajo, haciendo las delicias de fotógrafos de todo el mundo.
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