Solidarios Sin Fronteras, la ONG española que sirve desayunos en colegios de Yemen
Su presidenta, Eva Erill, habla de los proyectos que desarrollan a pesar del bloqueo que impide enviar suministros al país y recuerda que en esta guerra «un niño muere cada nueve minutos»

Solidarios Sin Fronteras nació gracias a un cumpleaños en una terraza. Era 2012 y Eva –psicóloga social y amante de los viajes– visitaba Yemen. Había subido a aquella azotea para escuchar el rezo, y coincidió con un grupo de celebración; Faten se presentó al ofrecerle ... un trozo de tarta. Tres años más tarde, cuando estalló el conflicto que arrasa este país al sur de la Península Arábiga, la yemenita preguntó a su amiga si podían hacer algo por su país. En cuanto Eva dijo que sí, al otro lado del teléfono, enrolaron a Noelia y la pequeña organización echó a andar. Desde entonces, Eva Erill compagina su trabajo en la Diputación de Barcelona con la dirección de este proyecto compartido: la única ONG de creación española que opera en Yemen, y con trabajo totalmente voluntario.
«Las cifras son tremendas; un niño muere cada nueve minutos», ejemplifica la cooperante. Van siete años atravesados por una compleja guerra, y los efectos escuecen tanto en lo local como en lo internacional. Hambre, cólera, o un bloqueo infranqueable para personas y ayuda humanitaria. «Tenemos el hándicap de que no podemos enviar nada ni por tierra, ni por mar, ni por aire», explica Eva. Así que Noelia y ella captan fondos desde España y se los envían a Faten para comprar mantas o alimentos, o para distribuir agua a los depósitos que tienen en campos de desplazados. Las tres hablan todos los días, y se encargan de revisar precios y cuadrar números.
Su proyecto más ambicioso es el de los desayunos, en tres colegios, con el que alimentan cada día a 1.590 niños. A ellas las protege del matrimonio infantil; a ellos, de ser reclutados por las milicias hutíes como niños soldado. De otra forma, «por ignorancia, inmediatez o incapacidad de mantenerlos» los padres acabarían por venderlos, por mandarles a mendigar o por casarlas, si es que se trata de pequeñas, «para que abuse de ella sólo uno y no diez», en un contexto cargado de todos los tipos de violencia. «El compromiso de alimentarlos y protegerlos consigue que las familias hagan el esfuerzo de traerlos al colegio», asegura la catalana. «Es alucinante cómo cambian, en un mes florecen y se convierten en niños».
Ahora «le toca» a Ucrania
También despunta un proyecto de alimentación de bebés desnutridos; y antes completaron otro de reconstrucción en la isla de Socotra. Pero sus iniciativas peligran ahora, en parte, por ese otro conflicto «al que mira todo el mundo»: Ucrania. «Empezamos a estar un poco asustadas», confiesa Erill. «Las donaciones están muy paradas, las puntuales han caído en picado, y empresas o simpatizantes nos dicen que ahora 'le toca' a Ucrania. Pero nunca llega el turno de Yemen», denuncia ella, que refleja falta de atención crónica hacia un conflicto «internacionalizado» en el que dice no ver punto y final. «A veces, el problema es ser árabe, negro y pobre», reflexiona Eva, especialmente crítica con la venta de armamento y con que España –a la que pide reconversión industrial– participe de ella.



Porque además, en el segundo país del mundo con más armas por habitante, la falta de suministros de cereal o gas venidos de Ucrania y Rusia ha subido los precios más de un 60%, calcula, algo inasumible para la población. Pero para que se ayude a Yemen, según ella, el mayor obstáculo es el silencio. «Si las imágenes de la televisión mostraran a niños de aquí comiendo hojas y raíces hervidas, ¿habría indiferencia? Yo creo que no».
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