Scotland Yard pierde confianza y el respeto de los londinenses
Una investigación independiente desvela una cultura institucionalizada de racismo, misoginia, homofobia y acoso
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Lourdes Gómez
Racismo, misoginia, homofobia, 'bullying'… El informe independiente sobre la cultura y la ética imperantes en la Policía Metropolitana de Londres (MET) es claro y demoledor. La encargada de la investigación, Louise Casey, experta en asuntos sociales y con escaño en la Cámara de Los Lores ... , no solo expone que la aversión hacia los grupos, sectores y empleados minoritarios es «institucional» dentro del más importante servicio policial del Reino Unido, sino que recuerda que la mayoría de las cuestiones destapadas «distan mucho de ser una novedad».
Scotland Yard arrastra la lacra de racismo institucionalizado desde la fallida investigación del asesinato del estudiante negro, Stephen Lawrence, a manos de jóvenes blancos del sureste de la capital británica en 1999. El informe Casey añade ahora misoginia y homofobia, además de una extendida cultura de acoso laboral y aceptación de prácticas discriminatorias, que hunden aún más la reputación del servicio, de notoria fama internacional. La experimentada profesional cuestiona incluso la capacidad de la MET para emprender una duradera depuración interna y aceptar la urgencia de la reforma.
«Este informe es riguroso, severo e implacable. Sus conclusiones son duras y a muchos les costará aceptarlas, pero nadie debe quedar en duda de la escala del desafío», resalta en la introducción de las 363 páginas que contienen su «diagnosis» de los problemas y una guía para enmendarlos. Casey propone una reforma drástica y tajante, similar a la transformación de la policía norirlandesa de la era del terrorismo sectario en un servicio contemporáneo que va ganándose el respeto de comunidades antagónicas.
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La revisión se puso en marcha tras el rapto, violación y asesinato de Sarah Everton, hace casi un año. El criminal era un agente del cuerpo armado de élite de Scotland Yard, que había dado continuos motivos de sospecha, pero ni sus colegas ni superiores activaron la alarma. «Me atormenta el horror… de lo que le hizo a Sarah. Me indigna que se valiera de su disfraz de policía para conseguir lo que quería», testificó su madre, Susan. La captura y condena del exagente asesino envalentonó a otras mujeres a denunciar cascadas de violencia doméstica, abusos sexuales, agresión y violaciones por parte de sus parejas, miembros activos de Scotland Yard o que dejaron el servicio sin condena ni sanción alguna.
Muchas denuncias se iniciaban dentro de la MET, pero la víctima llevaba siempre las de perder, según se menciona en una serie de casos relatados en el informe. La agente A descubrió que estaban investigando a su pareja y colega en la brigada, identificado por la letra X, cuando también ella comenzó a caer en blanco de sus agresiones, que fueron escalando hasta la violación sexual. «Me partió la cara. Perdí el conocimiento, me violó. Salí con un ojo morado, el labio partido», confesó. La queja se archivó, el anónimo agresor conservó su puesto y a ella le correspondió solicitar un nuevo destino. «Me dijeron que no le trasladarían bajo ningún concepto. Me dijeron que si quería alejarme de él, lo tendría que hacer yo. Me trasladaron a otra zona de Londres», apunta el documento.
En otras instancias, un policía musulmán descubrió beicon dentro de sus botas reglamentarias, un oficial quiso divertirse cortándole la barba a un empleado sij, a las agentes femeninas les trataban como «ganado» y las puntuaba de acuerdo con baremos de belleza, un agente gay cruzaba de acera para evitar a sus compañeros. Son ejemplos de la extendida y consentida conducta de abusos y discriminación en un servicio con claras jerarquías. Casey alerta de la presunción de mando de la élite armada y recomienda el cierre del departamento de protección diplomático. En esa división trabajaban el asesino de Sarah Everard y el violador en serie David Carrick, que fue recientemente condenado a cadena perpetua.
«La MET ha de cambiar por si misma. Estar a salvo de la policía no es nuestro trabajo. Proteger al público es el trabajo de la policía», argumenta Casey. El informe echa por tierra la excusa de que los problemas se deben a unas cuantas «manzanas podridas» y recomienda desmantelar la estructura completa del servicio si se fracasa una vez más en la aplicación y consolidación de las reformas. El jefe actual, Mark Rowley, aceptó las conclusiones de la investigación, pero evitó calificar de «institucional» las faltas de racismo, misoginia y homofobia.
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