Rusia lanza otro desafío a Europa desde el caos libio
Libia, un país fracturado y en guerra, ya es una de las principales vías de penetración de Moscú en África
Desde el 2018, el Kremlin despliega milicianos en parte de su territorio
Giorgia Meloni viaja a Túnez para evitar un éxodo migratorio
El barco Geo Barents llega a Ancona con 34 inmigrantes rescatados a bordo
La creciente presencia rusa en Libia, un país dejado de la mano de Dios, se ha convertido en un desafío a Occidente y de forma particular a Italia. Es un choque político-económico, en un escenario caótico, en el que también ... juega un papel destacado China. Un último episodio ha servido para mostrar las tensiones cada vez más fuertes entre Rusia y EE.UU. en torno precisamente a Libia, por la posición geoestratégica del país norteafricano en la orilla sur del Mediterráneo, limítrofe con seis países, y su riqueza en recursos naturales que son de gran interés para Rusia.
El 18 de junio, fuerzas del orden italianas incautaron en el puerto de Gioia Tauro (Calabria) seis contenedores de un barco mercante, el Msc Arina, que transportaba los componentes de dos grandes drones bélicos, camuflados como turbinas eólicas. El barco había partido de China el 30 de abril y llegó a entrar en el Mediterráneo desde Gibraltar, haciendo escalas en Valencia y en Barcelona.
La operación de incautación de los drones de guerra por parte de la Guardia de Finanzas, a petición de las autoridades estadounidenses, estuvo coordinada por la Fiscalía de Palmi. El destino del Msc Arina era el puerto libio de Bengasi, capital de la Cirenaica, la parte oriental de Libia limítrofe con Egipto, controlada por el poderoso general Jalifa Haftar (80 años), comandante del autoproclamado Ejército Nacional Libio, llamado 'señor de la guerra' y un estrecho aliado de Putin.
El país norteafricano, prácticamente en guerra civil desde la caída de Gadafi, está dividido política y territorialmente: la región de Tripolitania al oeste, con la capital en Trípoli, está bajo el control de un Gobierno de Unidad Nacional (GNU), actualmente dirigido por el primer ministro Abdul Hamid Dbeibah –reconocido por la ONU y la Unión Africana–. La región del este, la Cirenaica, y algunas zonas del centro del país están gobernadas de forma autoritaria por el general Jalifa Haftar.
En este atormentado país, desde el 2018 elKremlin ha desplegado milicianos al este y sur de su territorio. Hasta el verano del 2023, se hablaba del Grupo Wagner, pero fue sustituido por el Africa Corps, una estructura paramilitar creada por el Ministerio de Defensa ruso, después de la muerte de las dos personas consideradas fundadoras del Grupo Wagner –Yevgeny Prigozhin y Dmitry Utkin– cuando el avión en el que viajaban explotó en el aire semanas después de desafiar a Putin con una revuelta.
Según el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Matthew Miller, los soldados enviados por el Kremlin al este y al sur de Libia son ahora 1.800. Recientemente, Miller expresó «la preocupación de EE.UU. por los informes sobre misiones navales de la Federación Rusa que descargan equipo militar en Libia».
En efecto, desde hace un año se tiene noticia de un proyecto para la construcción de una base naval en el puerto de Tobruk, en la costa oriental. Justo en abril de 2024, un barco escoltado por la marina rusa atracó en ese puerto libio y descargó alrededor de 6.000 toneladas de material militar: desde radares y herramientas de comunicación hasta tanques T-72 y vehículos APC Tiger. Washington no oculta su inquietud porque la base de Tobruk estaría cerca del flanco sur de la Alianza Atlántica y de la UE, y relativamente a corta distancia del cuartel general de la Sexta Flota de EE.UU. en Nápoles.
Visitas de Meloni
Libia es un polvorín, un territorio en el que ningún líder occidental, con la excepción de Giorgia Meloni, ha puesto los pies. La primera ministra viajó en mayo a Trípoli para firmar acuerdos con el Gobierno, y luego se trasladó a Bengasi, para estrechar la mano al general Haftar con el objetivo de intentar convencerle de que abandone a los rusos, a sabiendas de que no lo hará, y ofrecerle ayuda italiana para la reconstrucción de Derna, la ciudad destruida por la inundación del año pasado.
La estrategia de Meloni es hablar con todos, ya sea la junta golpista filo rusa de Níger o autócratas como el presidente de Túnez, cualquiera puede ser interlocutor para el Gobierno con un claro objetivo: relanzar el Plan Mattei, su gran apuesta política, casi un sueño, con el que no solo pretende parar los desembarcos de inmigrantes en Italia, sino también estabilizar África con proyectos económicos, un plan ambicioso en el que ha implicado a la UE y el G-7.
Mientras tanto, el tráfico de armas que pasa por Libia motiva que la inestabilidad sea cada vez mayor en el Sahel –el embargo que impuso la ONU en 2011 es ineficaz–. De hecho, los conflictos en los países vecinos han dado nueva vida al contrabando de armas hacia y desde Libia. Por ejemplo, Haftar y su ejército han estado recibiendo durante meses cantidades cada vez mayores de armas de Rusia a través del puerto sirio de Tartus. A su vez, a petición de Moscú, el general Haftar suministra armas al comandante rebelde de Sudán, Mohamed Hamdan Degalo.