La reforma judicial en Israel debilita la posición de Biden
El presidente de EE.UU. sufre para encontrar el equilibro entre el apoyo a Israel y la crítica a una decisión que considera «desafortunada»
Las protestas masivas no frenan la reforma de la justicia en Israel
Corresponsal en Nueva York
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Iniciar sesiónJoe Biden se ha comportado siempre como un gran amigo de Israel desde que entró en la política nacional de EE.UU. como senador por Delaware hace medio siglo. Es un aliado del estado judío a la vieja usanza en el partido demócrata, ... con un apoyo inquebrantable al gran socio estadounidense en Oriente Medio y cultivador incesable de apoyos entre la influyente comunidad judía americana. La crisis política que vive Israel, sin embargo, se lo está poniendo complicado: el presidente de EE.UU. parece no encontrar un equilibrio entre no ceder en la amistad con Israel y combatir la reforma judicial en Israel, que muchos en su partido ven como un retroceso antidemocrático.
El parlamento israelí aprobó este martes esa polémica reforma, que limita la independencia del poder judicial y la capacidad de su Tribunal Supremo para tumbar leyes aprobadas por el legislativo. La reforma es una de las consecuencias del Gobierno conservador –el más «extremista» desde la década de 1970, según el propio Biden– formado el pasado diciembre y liderado por el primer ministroBenjamin Netanyahu.
Netanyahu es un viejo amigo de Biden –el presidente de EE.UU. siempre le llama por su mote, Bibi– pero ahora se ha convertido en una piedra en el zapato. Biden ha hecho varios llamamientos a que la reforma judicial tuviera un apoyo más amplio en el parlamento israelí –su tramitación y aprobación han provocado protestas masivas en el país– y trató de convencer a Netanyahu al respecto en una llamada telefónica la semana pasada. Fue en la víspera de la visita a Washington del presidente de Israel, Isaac Herzog. Durante el fin de semana, Biden dijo que «la propuesta de reforma judicial es más divisiva, no menos» y que «dado el número de amenazas y desafíos que Israel enfrenta ahora mismo, no tiene sentido que sus líderes se precipiten con esto, el foco debería ser un ir a la gente y encontrar consensos».
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Netanyahu desoyó las peticiones de Biden y la aprobación se produjo este lunes. La portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, emitió después una crítica poco habitual contra el Gobierno israelí: «Es algo desgraciado que haya ocurrido la votación», dijo. «Fue con la mayoría más pequeña posible».
Las decisiones del Gobierno de Netanyahu –además de impulsar la reforma judicial, se ha endurecido la política de asentamientos en territorios ocupados en Palestina– han deteriorado la relación entre dos países aliados y la suya propia con Bibi. Biden insistió con Herzog la semana pasada que la alianza entre EE.UU. e Israel –en el plano de defensa, Washington envía 3.800 millones de dólares en ayuda militar cada año– es «irrompible». Pero el presidente de EE.UU. todavía no ha recibido a Netanyahu en la Casa Blanca tras formar Gobierno y solo ha extendido una invitación para que la visita se produzca en algún momento de este año –lo más seguro, en otoño– para tratar de destensar las tensiones entre los gobiernos.
Para Biden, la política de Netanyahu es un problema porque le pone contra el mensaje que ha tratado de reivindicar desde que llegó a la Casa Blanca en 2021, el de la «batalla entre la democracia y la autocracia». Eso le ha servido a Biden para aparecer como contrapunto a su antecesor y probable rival en las presidenciales del año que viene, Donald Trump, y, en el plano internacional, para justificar su apoyo inquebrantable y multimillonario a Ucrania frente a la agresión de Rusia o su pulso con la China de Xi Jinping. Biden ha organizado ya dos 'cumbres de democracia» en Washington y va camino de una tercera, con Corea del Sur como anfitrión.
Esa defensa democrática es más difícil cuando y cae en la incoherencia se trata de aliados geoestratégicos, como es el caso de Israel. O como se ha visto con su indulgencia con Mohammed bin Salman en Arabia Saudí o con derivas autoritarias en países con los que le conviene entenderse, como Filipinas, México o Turquía.
Biden también tiene que controlar las crecientes posturas críticas con Israel en el seno de su partido, impulsadas por el Gobierno de Netanyahu. La presidente del grupo parlamentario progresista, Pramila Japayal, calificó la semana pasada a Israel de «estado racista» –después pidió disculpas– y un pequeño grupo de diputados boicoteó la visita de Herzog.
Desde Israel, el entorno de Netanyahu tampoco pone las cosas fácil. El hermano del primer ministro de Israel, Iddo Netanyahu, dijo de Biden que no sabía «qué estado mental tiene», tras sus críticas a la reforma judicial. Después se disculpó y aseguró que no se había expresado bien.
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