Putin juega la carta de la amenaza nuclear para manipular a Alemania

Durante las maniobras de diciembre, militares rusos fijaron como objetivos nucleares Berlín, Ramstein y Büchel

Putin agrieta la unidad alemana frente a la invasión

Lanzamiento de un misil intercontinental Yars durante unos ejercicios EP

Desde hace semanas se rumorea en Berlín que, en su última conversación con Olaf Scholz, Putin deslizó la amenaza de un ataque nuclear en caso de que Alemania suministre tanques de combate Leopard 2 a Ucrania. Todo el mundo lo ha oído, ... pero nadie cita una fuente solvente. Lo que dijo Olaf Scholz después de aquella conversación telefónica con el Kremlin fue que «haré todo lo posible para evitar una escalada que conduzca a una tercer guerra mundial. No puede haber otra guerra nuclear». La Cancillería no comenta nunca el contenido concreto de las conversaciones de Scholz con otros jefes de gobierno y tampoco lo ha hecho esta vez.

El jefe de la oficina de Scholz, su fiel escudero Wolfgang Schmidt, repite insistentemente que si los Leopard 2 no se envían a Kiev es por problemas de logística, mantenimiento y adiestramiento en el uso de armas que no conocen a los soldados ucranianos. Cita también que se trata de tecnología puntera que lucharía en la vanguardia del frente y sería, por tanto, fácilmente capturable por el ejército ruso, sirviendo así como trasvase de tecnología y objeto de propaganda rusa.

Sus argumentos, sin embargo, no convencen a nadie. Tampoco ha tranquilizado especialmente el mensaje que ha dirigido esta semana a la nación el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, en el que ha advertido que «hemos de asumir que los tradicionales lazos que nos unían a Rusia definitivamente se han roto». Anunció «años duros» por delante, llamó a dar la espalda a «viejos sueños» y a «confiar en un ejército fuerte».

Que las amenazas llegaran a Alemania

«La guerra de agresión de Putin ha destrozado el sueño de Gorbachov de un hogar común europeo y Alemania y Rusia están hoy enfrentadas», describió la situación. Pero ha sido el semanario Der Spiegel el que, en su último número, ha aportado hechos tangibles al escenario latente tras todas estas declaraciones y rumores. Varias fuentes de inteligencia occidentales, que sometieron a escuchas las comunicaciones militares rusas durante las maniobras que llevaron a cabo en el pasado mes de diciembre, interceptaron comunicaciones en las que se ensayaba un ataque nuclear contra Alemania. Los objetivos eran Berlín, la base aérea militar de Ramstein y el depósito americano de armamento nuclear de Büchel.

Es plausible que los militares rusos deseasen ser escuchados. Sus diplomáticos esparcen abiertamente el mismo mensaje. Un alto representante ruso en Berlín hablaba la semana pasada de esa amenaza nuclear en una reunión con corresponsales extranjeros. «Tenemos un protocolo nuclear en el que unos hechos se suceden a otros», vertía su discurso intimidatorio.

«Por supuesto, que se trata de despertar el miedo. El Kremlin persigue dos objetivos: evitar que Occidente se inmiscuya directamente en este conflicto y aterrorizar a la población de los países europeos para que dejen de apoyar a Ucrania con suministros de armas, material, dinero y, por supuesto, sanciones contra Rusia», valora el experto en seguridad Frank Sauer, de la Universidad de la Bundeswehr de Múnich, «pero también es cierto que el riesgo permanente de una escalada, evidentemente, está latente».

Según la revista Politico, representantes de los servicios de inteligencia estadounidenses han advertido que los preparativos para el uso de un arma nuclear táctica «pequeña» por parte de Rusia podrían ser detectados demasiado tarde y Sauer participa relativamente de esa preocupación. «En caso de un ataque nuclear, hay una alta probabilidad de que nos demos cuenta de ello con algo de tiempo. Pero el problema es que la parte no estratégica del arsenal ruso no es transparente para nosotros. En general, se hace una distinción entre armas nucleares estratégicas y no estratégicas o tácticas. Básicamente, es el objetivo asociado con el arma lo que lleva a la distinción. Hasta ahora, se había asumido que Rusia usaría misiles de crucero o misiles balísticos de corto o mediano alcance, cuyas ojivas se almacenan de forma centralizada. Probablemente ningún lugar en el mundo esté actualmente mejor monitoreado que esos depósitos, desde vigilancia por parte de los servicios secretos occidentales vía satélite hasta personas que trabajan en cuclillas entre los arbustos tomando nota de cualquier movimiento... Pero cuando se trata de un arma nuclear táctica, todavía estamos hablando de una fuerza explosiva potencial de diez kilotones, aproximadamente del tamaño de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima, o incluso significativamente mayor... Desafortunadamente, el arsenal táctico de Rusia no está integrado en ningún control de armas, a diferencia de sus armas estratégicas y sistemas de entrega, que están sujetos a inspecciones gracias a New Start, un tratado de control de armas acordado por Rusia y Estados Unidos. Así que no tenemos idea de cuántas y qué variedades de armas nucleares tácticas hay en Rusia. Un número de cuatro dígitos, eso seguro».

Horror ilimitado

Si Putin cumpliese su amenaza nuclear, el horror sería ilimitado, pero no tendría que temer un contraataque. Alemania desconectará definitivamente en abril sus últimos tres reactores de uso no militar. «La política de seguridad alemana se basa solamente en estar bajo el paraguas nuclear estadounidense, pero ya había dudas al respecto cuando en Washington no se hablaba de ello en voz alta y después llegó Trump y socavó la credibilidad de la llamada disuasión extendida de una forma que el Kremlin ni se había atrevido a imaginar, dejó claro que no le importaba para nada Europa», ha escrito el editor de Frankfurte Allgemeine, Berthld Kohler, que duda si Biden será la excepción de «un Estados Unidos que cree cada vez más que tiene que preocuparse por la seguridad y la estabilidad de Europa».

El hecho de que Putin se esté sirviendo de la amenaza nuclear para manipular las decisiones de Alemania «te congela la médula, especialmente en Berlín, donde algunos todavía recuerdan lo que es la guerra», reconoce Stepahn-Andreas Casdorff, editor de Tagesspiegel, «la reciente conversación del canciller con Putin también sirvió para ese propósito... es una especie de ajedrez, ajedrez del diablo, de eso se trata... es un dictador, pero los estados democráticos no permiten que se les dicte. Por eso tal vez Alemania debería ahora llegar a un acuerdo con EE.UU. sobre el suministro a Ucrania de carros de combate... de lo contrario, otros estados deshonestos pueden pensar que pueden usar armas nucleares para cambiar las fronteras territoriales. Esa es la línea roja y el mensaje correcto es que nadie debe atreverse a pasarnos por encima».

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