De guerrillera a dama do Planalto

Su figura va ligada a la sombra de Lula. Muchos vaticinios apuntan que va a ser una marioneta del presidente saliente, pero su historia personal permite albergar dudas sobre su sometimiento

AFP

C. DE CARLOS

Arnaldo Jabor, cineasta brasileño, escritor y crítico del planeta en general —y de su país en particular—, se hizo una reflexión: «Lula da Silva prefiere a una mujer en la Presidencia por una cuestión machista, para controlarla. Él nunca pondría como reemplazo suyo a un ... hombre más fuerte que él».

La figura de Dilma Rousseff va ligada a la de Lula o, más bien, a la sombra de Lula, cuyo parecido con Peter Pan —por aquello de que se le escape su azabache reflejo— es difícil de descubrir. Los vaticinios que apuntan que ella va a ser una marioneta de él son muchos, pero la historia personal de la ex jefa de la Casa Civil y ex ministra de Minas y Energía, permite abrigar ciertas dudas sobre su sometimiento incondicional al padrino político.

Dilma Vana Rousseff nació en Belo Horizonte, un 14 de diciembre hace 62 años. Sus orígenes, pese a la leyenda popular, no son humildes. Hija de un emigrante húngaro, de posición acomodada, estudió en colegios privados. En su juventud, como buena parte de los veinteañeros argentinos y brasileños considerados burgueses, se alistó en la guerrilla.

Durante la dictadura militar (1964-85) fue capturada, torturada, condenada a dos años de cárcel por subversión y posteriormente liberada. Los documentos oficiales sobre sus actividades armadas permanecen clasificados en Brasil y ni ella, ni el presidente Lula da Silva solicitaron que se abran, pese a la polémica que salpicó la campaña sobre esos episodios poco claros de su vida.

El misterio sobre su pasado, sobre lo que hizo o lo que no hizo, se enreda con declaraciones de compañeros de militancia, que señalan su participación en actos violentos que ella niega. Hasta ahora, las escasas declaraciones sobre aquellos años de plomo se han reducido a poco más de un par de comentarios: «El arte de aguantar prisión es vivir con ella», dijo Dilma Rousseff. También reconoció haber operado en la clandestinidad «frente a un gobierno represor».

Fama de intelectual

Considerada buena lectora y conocedora de los tomos de diván de Sigmund Freud, se siente más leal al psicoanálisis y al léxico de Jacques Lacan. Sus gustos literarios saltan de la tragedia griega (Sofocles y la trilogía de Edipo son sus favoritos) a Balzac o Zola. Con fama de intelectual pero escaso gancho oratorio, a Dilma «le gusta hacer traducciones de latín», según la declaración del secretario general de la Presidencia Luiz Dulci, al periódico «O Estado de Sao Paulo».

Con estos antecedente y después de reemplazar a un ex guerrillero de armas tomar, José Dirceu, en la Casa Civil —un puente entre el presidente, los ministros y la oposición—, es difícil imaginar que Lula la eligiera sólo porque es mujer y fácil de controlar.

Carlos Alberto Melo, profesor del prestigioso instituto de negocios paulista Insper, explica esa decisión con otras palabras: «Lula se sacó la candidatura de Dilma de la chistera porque ella no tiene ambiciones ni proyecto político personal. Ella, a diferencia de cualquier otro ex ministro, representa la continuidad real de su programa». Brasil tiene cuatro años por delante para descubrir si lo que se dice de ella es verdadero o falso.

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