DE LEJOS

¿De dónde viene ahora la mayor amenaza contra Israel?

Irán es una grave amenaza para el Estado judío, y también para sus vecinos árabes, pero pensar que un devastador ataque puede transformar toda la región es una temeraria fantasía

75 años que terminaron en un día

Combatientes hutíes ondean banderas libanesas y del Hezbolá durante una manifestación celebrada en Saná, la capital controlada por los hutíes AFP

En torno a la Acrópolis de Atenas, la ciudadela más decisiva para la cultura occidental junto al Monte del Templo en Jerusalén, los clásicos griegos acuñaron la palabra 'hibris' como sinónimo de arrogancia, soberbia o desmesura. Con un énfasis en la premeditación y el complejo ... de superioridad, la 'hibris' suponía desafiar los límites divinamente fijados a la acción humana en un cosmos ordenado. Una furiosa y violenta transgresión que combinaba el desprecio temerario a los demás y la falta de control propio.

Pese a su formulación hace más de dos milenios, el concepto resulta especialmente útil para explicar ciertos momentos sobrados en política (nacional o internacional) donde las mayores ambiciones terminan convirtiéndose en las peores derrotas. Y al cumplirse un año desde la masacre perpetrada por Hamás contra Israel, parece que la presunción desmesurada vuelve a asomar su peligrosa cabeza.

En estos momentos, las fuerzas armadas de Israel están operando en media docena de frentes casi de manera simultánea: Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Yemen e Irán. Tras los éxitos logrados contra Hizbolá, el Gobierno de Netanyahu habla abiertamente de construir un nuevo orden en Oriente Próximo y de cambio de régimen en Teherán. Con el garantizado respaldo de Estados Unidos, no duda en calificar el conflicto en curso como su segunda guerra de independencia (en referencia a la guerra librada por Israel en 1948 contra milicias palestinas y tropas de Egipto, Transjordania, Siria, Líbano e Irak).

La República Islámica de Irán es una grave amenaza para Israel, y también para sus vecinos árabes, pero pensar que un devastador ataque puede transformar toda la región –tal y como se argumentó en 2003 al invadir Irak para acabar con el régimen de Sadam Husein– es una temeraria fantasía. Entre tanta 'hibris', el Gobierno de Netanyahu parece olvidarse de que un nuevo orden más pacífico en Oriente Próximo requiere tanto de disuasión como de diplomacia. Y, sobre todo, de un final para la opresión de Israel sobre los palestinos.

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