DE LEJOS
¿Por qué el trumpismo le debe tanto al 'eje del muy mal'?
El siniestro espectáculo en Pekín es un poderoso recordatorio de lo que ocurre cuando Estados Unidos y Europa no miran en la misma dirección
Salvo Putin, ¿alguien puede confiar en Trump?
El presidente chino, Xi Jinping, recibe a su homólogo ruso, Vladímir Putin, y norcoreano, Kim Jong-un, durante los actos del 80 aniversario de la victoria sobre Japón
La exhibición diplomática, económica y militar realizada por China, con Xi Jinping flanqueado porVladímir Putin y Kim Jong-un, sirve como ilustración perfecta del nuevo orden mundial fraguado durante la última década. Un orden en el que las autocracias, cada vez más fuertes y ... unidas, se presentan como el futuro y las democracias, con todos sus valores, quedan encasilladas como parte de un pasado tan decadente como caduco. El propio Donald Trump, en su cruzada contra la democracia de Estados Unidos, ha coreado este mensaje preguntándose si sus votantes lo que realmente quieren es una dictadura.
El formidable desfile de los modernos guerreros de terracota de Xi Jinping, sometidos a una purga constante en sus altos mandos, ha desplegado aviones de combate, misiles y tropas marchando al paso de la oca con la excusa de conmemorar el 80 aniversario de la victoria sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial. Con la advertencia explícita de que esta visión alternativa del mundo y de las relaciones internacionales basada en la fuerza es imparable, desde Ucrania a Taiwán.
La apoteosis militarista a través de la plaza de Tiananmen ha servido también para recordar lo mucho que le debe el trumpismo al «eje del muy mal». A través de un complejo 'corta y pega' ideológico, Trump ha sisado a su admirado Vladímir el imperialismo ruso desorejado, el gansterismo, la política de la posverdad y el carlismo estepario de «familia, trabajo y patria». A Xi Jinping, le ha mangado el proteccionismo, el capitalismo de amiguetes, la revolución cultural, la creación de un Estado policiaco, el troleo del tercer mandato y la obsesión con los muros. De este plagio sistemático no se ha librado ni el culto a la personalidad de Kim Jong-un.
Para Occidente, el siniestro espectáculo en la capital de la República Popular de Huawei es un poderoso recordatorio de lo que ocurre cuando Estados Unidos y Europa no miran en la misma dirección. Los enanos se transforman en gigantes monstruosos y las crisis se convierten en dramas.