¿Qué significa Iowa en el ciclo electoral más amenazador para la democracia de EE.UU.?

La salida del exgobernador Chris Christie, el crítico de Trump más feroz entre todos los aspirantes conservadores, ha dado algo de interés a la cita de Iowa al impulsar la opción de Nikki Haley. La exembajadora ante la ONU se ha colocado en segunda posición en las encuestas, confirmando el fracaso de Ron DeSantis que no hace tanto tiempo parecía llamado a reinventar el trumpismo sin Trump.

A partir de Iowa, todo es una cuestión de matemáticas: una mayoría de delegados en la convención nacional para asegurarse la nominación presidencial y después, un mínimo de 270 votos electorales para sentarse en el Despacho Oval. Todo apunta a que Trump volverá a arrasar en las primarias, con posibilidad de volver a la Casa Blanca apelando visceralmente a todos los que no creen en los ideales democráticos de EE.UU.. Su justificación para un segundo mandato se centra esencialmente en la venganza. Sin ocultar su sesgo autoritario y supremacista, acusa a los inmigrantes de «envenenar la sangre de nuestro país» y promueve la violencia como legítima defensa contra no se sabe muy bien qué.

Mientras tanto, ante la imposibilidad a estas alturas de unas primarias competitivas en el Partido Demócrata, Joe Biden se dedica a celebrar almuerzos privados en la Casa Blanca con sus principales donantes y partidarios. Encuentros organizados por su campaña para intentar hacer frente a las dudas generalizadas entre los votantes demócratas sobre la resistencia y compromiso que puede ofrecer un presidente de 81 años en busca de un segundo mandato.