¿Por qué los recuerdos se han impuesto a la realidad en las elecciones de EE.UU.?

A la hora de explicar los resultados del 5 de noviembre, la heurística resulta bastante socorrida. Donald Trump ha demostrado que no es una aberración temporal basada en sexistas, racistas, extrema derecha y rancios multimillonarios. Al avanzar en todas las categorías de votantes, se ha convertido en el primer candidato republicano de las dos últimas décadas que gana unas presidenciales con mayoría tanto en el voto electoral (312 sobre los 270 requeridos para ganar la Casa Blanca) como en el voto popular (74.845.360 de sufragios frente a los 71,255,400 de Harris, con el 94,6% de papeletas contabilizadas).

Decenas de todos estos millones de partidarios de Trump creen (erróneamente) que la economía de Estados Unidos se encuentra en recesión. Ocho de cada diez de sus votantes piensan que la tasa de inflación sigue subiendo mientras que la realidad es que ha bajado al 2,4%, muy por debajo del 9,1% de hace dos años. La mitad de los votantes de Trump cree que la inmigración ilegal está desbordando la frontera sur, aunque la realidad es que gracias a los cambios introducidos por la Administración Biden –de los que no ha querido presumir Kamala Harris–, este problema se ha reducido un 58% durante el último año. Y muchos añoran de la 'pax trumpiana' frente a dos guerras en Ucrania y Oriente Próximo.

A pesar de todas sus mentiras, crueldad, golpismo o incompetencia, la brocha gorda de la heurística confirma que, para una creciente mayoría de estadounidenses, Trump es la mejor opción de gobierno.