¿Por qué la permanente semana santa en EE.UU. es tan contraria a su democracia?
A lo largo de estos últimos diez años, sin la creciente espiral de politización religiosa no se puede entender el trumpismo
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Iniciar sesiónEn el elenco del mito fundacional americano, los puritanos han tenido un papel de protagonista. Desde su desembarco el 11 de noviembre de 1620 en Cape Cod, son la prueba de que EE.UU. nació del fervor religioso y su colonización fue alimentada por la ... Reforma Protestante en Europa. Aquellos talibanes calvinistas aspiraban a purificar la Iglesia de Inglaterra, a la que consideraban contaminada por Roma. Y al forzar una indeseable revolución, aquellos originales hombres de negro se convirtieron en una minoría religiosa perseguida.
Los puritanos terminaron por peregrinar hacia el Nuevo Mundo para profesar su fe y vivir como los primeros cristianos. Al principio, incluso llegaron a organizarse sin propiedad privada de la tierra. Su legado, más allá del rechazo moralista al placer, terminó por incluir fuertes instituciones cívicas, sentido de misión nacional, impulso reformista y la libertad religiosa como esencia de la democracia americana.
Esa idea quedó plasmada en la Primera Enmienda de su Constitución que establece una inequívoca separación Iglesia-Estado. En esa historia –que también incluye a la libertad de expresión– los presidentes han podido decir «Dios bendiga América» e invocar a la divina providencia, pero sin llegar a colgar crucifijos en la Casa Blanca. Sin embargo, ese es el único muro que parece no gustarle al renacido Donald Trump.
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A lo largo de estos últimos diez años, sin la creciente espiral de politización religiosa no se puede entender el trumpismo. Primero, los evangélicos que idolatran a un Trump moralmente imperfecto pero inmejorable a la hora de revertir medio siglo de jurisprudencia sobre el aborto. Después los nacionalistas cristianos, que insisten en redefinir la identidad nacional de EE.UU. a partir del cristianismo. Y finalmente, los católicos ultras haciendo cosas muy pocas cristianas. En esta semana santa permanente tan contraria a la democracia americana, desde el asalto al Capitolio a un sospechado asalto al Vaticano, a Trump le encanta abrazarse a la cruz. Aunque en realidad se abraza a sí mismo porque en su narcisismo patológico, está convencido de que la cruz es su inicial.
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