de lejos

¿Por qué la impunidad de los políticos es tan devastadora para cualquier democracia?

El primer juicio penal contra un expresidente de EE.UU. depende de siete hombres y cinco mujeres

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¿A quién pertenecen las instituciones del Estado en una democracia?

El expresidente de Estados Unidos Donald Tump efe

Tras semanas de testimonios sobre sexo, dinero, maquinaria del fango, mucho 'lawfare' y siestecillas del acusado, la suerte de Donald Trump ha quedado en manos de un jurado popular. El primer juicio penal contra un expresidente de Estados Unidos depende ahora del veredicto de ... siete hombres y cinco mujeres con una ingente responsabilidad. Ya que este juicio estatal -uno de los cuatro procesos en curso contra Trump- puede ser el único que se complete antes de las elecciones presidenciales convocadas para el 5 de noviembre.

De esa docena de neoyorquinos depende que Trump pueda reivindicar tanto su inocencia como su condición de víctima de una conspiración vengativa que se extiende hasta el Despacho Oval. O que podamos asistir al colmo en el declive de la democracia americana: que un gánster recupere la Casa Blanca. Cada una de las 34 acusaciones por delitos contables -en relación con el pago de 130.000 dólares a una actriz porno, Stormy Daniels, en vísperas de las elecciones de 2016- conlleva una pena máxima de cuatro años de prisión y una multa de 5.000 dólares.

En el historial de acusaciones similares formulados por la Fiscalía de Manhattan, solamente uno de cada diez casos se ha saldado con penas de prisión. Y, de hecho, el juez encargado de este proceso ha indicado que no es partidario de poner entre rejas al candidato del Partido Republicano e impedir su capacidad para hacer campaña. No es nada fácil enfrentarse a líderes con autoridad formal que se comportan sin autoridad moral.

Que gente muy importante haga cosas deplorables no es una novedad ni dentro ni fuera de EE.UU. Lo diferente en el caso de Trump, a diferencia de Nixon en Watergate, es que no está avergonzado por su conducta. No hace tanto tiempo, si un candidato a la Casa Blanca hubiera sido acusado con pruebas de falsificar registros contables para encubrir una relación con una estrella del porno, justo después de que su mujer hubiera dado a luz a su hijo, su destino habría sido «tierra, trágame».

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