La pandemia encierra aún más a los 'hikikomori' de Japón
Deprimidos por no poder adaptarse a la vida real, ya hay cerca de un millón y medio de personas encerradas en sus habitaciones y aisladas de la sociedad nipona, tan competitiva y formalista que aliena al individuo
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Síndrome de hikikomori: por qué algunas personas se aíslan del mundo
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Iniciar sesiónLa normalidad, o como demonios quiera llamársele a esta vida, es tan frágil que puede quebrarse en cualquier momento. En un segundo, unas malas notas, un desengaño amoroso o una fallida entrevista de trabajo pueden hacer descarrilar a un ser humano. Como una pelota de ... tenis que bota sobre la red y no se sabe en qué lado de la pista caerá, todos hemos caminado alguna vez sobre el alambre sin saber si íbamos a poder integrarnos en la sociedad o no. Cuando era adolescente, el momento en que uno debe empezar a encarrilar su existencia, eso fue lo que le ocurrió a Naoki, quien a sus 46 años es uno de los 'hikikomori' que abundan en Japón.
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Desde la década de los 90, cuando el estallido de su burbuja inmobiliaria rompió el sistema de empleos para toda la vida y dejó una legión de parados, así se denomina a las personas que se han aislado de la sociedad, e incluso de sus familias, encerrándose en sus habitaciones y cortando sus relaciones con amigos y parientes. Como Naoki, que era un niño normal, sacaba buenas notas y tenía su pandilla hasta que, al cambiar de colegio, empezó a flojear en los estudios y las relaciones sociales. «Perdí a mis amigos y mi aspecto físico cambió de niño a adolescente, lo que me sumió en una crisis que me llevó a recluirme en mi cuarto hasta los 29 años y me impidió ir la universidad», cuenta con resignación.
En su caso, eso supuso también una vergüenza familiar porque su padre se había licenciado en una universidad de primera categoría en Japón y consideraba un fracaso que su hijo no estuviera a su altura. «Se trata de un problema muy extendido por la fuerte competencia y sentido del deber que existe en la sociedad nipona», critica Naoki, quien se pasaba el día en su cuarto escuchando la radio y viendo la televisión o revistas porno.
A los 29 años, entró en una residencia en Tokio de la ONG New Start, que fue fundada en 1993 y trata a los 'hikikomori' para que se reintegren en la sociedad. Por lo general, en este centro pasan unos dos años siguiendo un programa de socialización que consiste en hacer la compra diaria para todos los internos y cocinar juntos con el fin de aprender a asumir responsabilidades. Si responden al tratamiento, la ONG les ayuda a encontrar un empleo con el que puedan rehacer su vida, pero algunos de ellos, como Naoki, pasan por la residencia más de una vez.
En ocasiones, este cortocircuito social puede venir incluso tras acabar la universidad, cuando toca buscar trabajo y el empleo no cumple las expectativas personales ni familiares. Recién licenciado con 23 años, a Ichiro le quemó su primer curro en un MacDonald´s, que abandonó a los pocos meses. Tres años después, en los que no encontró ningún otro empleo, cayó en una depresión y se encerró hasta los 29 en la habitación de su casa. Allí se pasaba el día entero viendo fútbol y béisbol en la tele, escuchando 'heavy metal' de Pantera o dormitando.
Naoki, de niño normal a adolescente frustrado
«Sacaba buenas notas y tenía mi pandilla hasta que cambié de colegio, lo que me llevó a recluirme en mi cuarto hasta los 29 años»
Solo salía del cuarto para comer, pero nunca con la familia, lo que acabó distanciándolo aún más de su padre, que era muy estricto. «Desde pequeño, yo era muy introvertido y me costaba hacer amigos. Siguiendo con esta soledad, el tiempo ha pasado hasta que he llegado a los 50 años», resume Ichiro, preocupado por su futuro. «Como ya tengo cierta edad y no he podido encontrar un trabajo, solo quiero un empleo sencillo que me permita vivir», se encomienda al difícil destino que le aguarda, más negro a medida que se hace más mayor.
Según los últimos cálculos del Gobierno nipón, hay ya cerca de un millón y medio de 'hikikomori' con edades comprendidas entre los 15 y 64 años. Un número que ha aumentado durante la pandemia de Covid-19, motivo que esgrimen uno de cada cinco 'hikikomori' para aislarse de la sociedad.
Un fenómeno acrecentado por el Covid
«Muchos estudiantes que no podían ir a la universidad por la pandemia y seguían las clases de forma virtual han tenido miedo de volver a las aulas. Esto ha sido frecuente no solo en las universidades, sino también en las empresas. Además, mucha gente ha perdido su empleo y se han aislado de la sociedad», explica a ABC el doctor Tamaki Saito, máximo experto sobre los 'hikikomori' en Japón. Desde que este psiquiatra descubrió y bautizó dicho fenómeno a principios de la década de los 90, ha tratado a más de 3.000 pacientes y comprobado que el número no hace más que crecer cada año.
A su juicio, dicho aumento «refleja el fracaso del Gobierno nipón, que no se toma en serio este problema. Su número es igual al de las personas sin hogar en los países occidentales, pero las autoridades no hacen mucho porque no ven a los 'hikikomori' por las calles». Para aislarse de la sociedad, el profesor Saito enumera tres razones. «La principal es el sentido de la vergüenza, que es una emoción muy fuerte entre los japoneses. Cuando estos jóvenes fallan en sus exámenes o en la búsqueda de empleo, sienten vergüenza por estos fracasos y se retiran de la sociedad para protegerse», analiza Saito.
A este factor cultural se añade una mala relación con la familia, sobre todo si es con el padre porque este es una figura central y autoritaria en la sociedad nipona. Por último, cita la enorme presión que existe en una sociedad como la japonesa, muy competitiva y homogénea y donde imperan los valores confucianos de respeto a los mayores y cumplimiento de la tradición, que a veces llegan a alienar al individuo.
Desmontando el mito de que los 'hikikomori' están enganchados a los videojuegos o cómics manga, el doctor Saito asegura que «se pasan el día sentados en un sofá sin hacer nada, ya que su cerebro está muy ocupado pensando en lo miserables que son y preocupados por su futuro». Aunque no cree que los 'hikikomori' sufran una enfermedad mental específica porque «algunos pueden curarse sin medicamentos ni tratamiento», matiza que «muchos padecen depresión, desórdenes alimentarios y agorafobia, pero como reacción a su aislamiento».
Tamaki Saito, máximo experto en la materia
«cuando los jóvenes japoneses fallan en sus exámenes o en la búsqueda de un empleo, se retiran de la sociedad para protegerse»
A pesar de lo extendido que está dicho mal, la sociedad nipona todavía no la ha asumido plenamente y se sigue estigmatizando a los 'hikikomori'. Si una familia tiene un 'hikikomori' en casa, lo oculta y no suele recibir ayuda psiquiátrica. Ni los hermanos los ayudan ni admiten que tienen un pariente 'hikikomori' para, por ejemplo, no ser mal vistos en el trabajo o no tener problemas a la hora de echarse novia, ya que nadie quiere un problema así en su hogar para el resto de su vida.
Para tratarlos, el doctor Saito propone cuatro pasos: «encuentros con las familias porque la mayoría de pacientes rechaza ir al hospital, sesiones individuales y psicoterapia con antidepresivos y antipsicóticos porque algunos pueden ser peligrosos para sus parientes, terapia de grupo para compartir sus problemas con otros 'hikikomori' y, finalmente, apoyo social para buscar un trabajo que les permita reintegrarse en la sociedad». Con este tratamiento, entre el 70 y 80 por ciento sale del aislamiento, pero el resto vuelve a encerrarse en sus conchas.
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Más allá de su propia reclusión, el mayor peligro para los 'hikikomori' es el tiempo, ya que su edad media supera los 40 años y sus padres rebasan los 60 o 70. En febrero, los medios nipones informaron del hallazgo en la prefectura de Niigata de los cadáveres de tres miembros de una familia: un hombre de 59 años, su padre de 91 y su madre de 88. Luego se descubrió que el hijo había sido despedido del trabajo años atrás y pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su cuarto, mientras que el padre estaba postrado en una cama y la madre sufría demencia y problemas de movilidad. Aislados en sus habitaciones, no se sabe qué va a ser de los 'hikikomori' cuando sus padres mueran y nadie cuide de ellos esperando a que algún día salgan de su caparazón.
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