Erdogan da luz verde a la adhesión de Suecia a la OTAN, que acabará con su histórica neutralidad

El presidente turco había amagado con ligar este proceso a la entrada de Turquía en la UE

El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, asegura de que se trata de un paso «histórico»

Erdogan condiciona la entrada de Suecia a la OTAN a que Turquía acceda a la UE

Recep Tayyip Erdogan, Jens Stoltenberg y Ulf Kristersson @jensstoltenberg / TWITTER // Vídeo: Atlas

Esteban Villarejo

Enviado especial a Vilna

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se está revelando como el gran estratega-negociador de los actuales líderes mundiales. Ni Biden, ni Macron, ni Scholz.

A su mediación en la guerra de Ucrania entre Putin (al que apoyó contra Prigozhin) y Zelenski (al que ... respaldó en su anhelo de adhesión a la OTAN), el turco sumó ayer otro inicio de Cumbre de la Alianza Atlántica como absoluto protagonista. Dio el sí definitivo a Suecia, que se convertirá en el 32º país de la Alianza Atlántica.

Como ya hiciera en Madrid el pasado año, cuando anunció que levantaba un primer veto a la entrada de Suecia y Finlandia tras una reunión a cuatro bandas con Stoltenberg incluido, Erdogan volvió a levantar un segundo veto a Suecia en una reunión 'in extremis'. Lo hizo tras demandar antes -¿órdago o chantaje?- que la Unión Europea accediese primero a retomar las conversaciones para que Turquía se convierta en país comunitario. Casi nada.

Sin embargo, a las 21.20 horas (una hora más en Lituania) y tras cuatro de reunión, el secretario general de la OTAN anunció la fumata blanca entre Erdogan y el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, y la calificó como «un paso histórico que hace que todos los aliados de la OTAN sean más fuertes y seguros».

Poco después, la OTAN daba cuenta de los puntos principales del acuerdo: la continuidad de la cooperación bajo el mecanismo conjunto trilateral que se rubricó en la cumbre de 2022 celebrada en Madrid, un nuevo pacto de seguridad bilateral que se reunirá anualmente y una hoja de ruta que Suecia presentará como base de su lucha continua contra el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones.

En este documento se establecerá algo de gran importancia para Turquía: que Suecia reitera que no proporciona apoyo al grupo militante kurdo YPG/PYD y a la organización descrita como el Movimiento de Gülen.

El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, incidió en que el acuerdo no conlleva «compromisos adicionales» más allá de los enumerados.

Es en el punto del terrorismo donde Suecia ha querido dar muestras de ser un buen alumno este último año: ha aprobado una enmienda constitucional que permite introducir leyes antiterroristas más duras, ha extraditado al activista kurdo Mahmut Tat y su Tribunal Supremo ha aprobado otra extradición de un simpatizante del PKK condenado por tráfico de drogas en Turquía y que fue arrestado en Suecia.De este modo, el país nórdico acaba con dos siglos de una arraigada cultura de la neutralidad, sobre todo en tiempos de la Guerra Fría. Ahora se convertirá en aliado de pleno derecho y, de paso, la Alianza manda un mensaje a Vladímir Putin: la guerra en Ucrania ha conseguido traer al club de la OTAN a dos socios estratégicos más. Finlandia, que se unió el 4 de abril, y que comparte más de 1.340 kilómetros de frontera con Rusia; y Suecia, pieza clave en el mar Báltico con la isla de Gotland y con su potente industria de defensa.

El veto de Hungría

La hábil negociación de Stoltenberg, básicamente siguió el patrón de Madrid encerrando a los protagonistas el día previo hasta que hubiera un acuerdo. Además, refuerza el papel del noruego como timonel de una OTAN que salva otro asunto de fricción entre los aliados. Seguramente, ahora Hungría también levantará su veto a Suecia. EE.UU. se sumó sin reparos al acuerdo.

Así, su presidente, Joe Biden, manifestó su disposición a abordar con Turquía mejoras en sus recursos militares y de disuasión, una de las demandas que la diplomacia de Erdogan había puesto sobre la mesa en los últimos años.

Horas antes del encuentro a tres bandas, Stoltenberg había mostrado su comprensión y sorpresa por el anuncio turco de ligar la adhesión sueca a las aspiraciones europeas de Turquía: «Apoyo las ambiciones de Turquía de convertirse en miembro de la UE. Debemos recordar que lo que acordamos en Madrid fue una lista específica de condiciones que Suecia debe cumplir para ser miembro de pleno derecho de la Alianza. Y Suecia ha cumplido estas condiciones», explicó Stoltenberg quien recordó que «Suecia también ha enmendado su constitución y fortalecido las leyes antiterroristas y está haciendo un seguimiento para abordar las preocupaciones legítimas de seguridad de Turquía».

Estos argumentos, así como el rechazo de la Comisión Europea y de líderes como el canciller alemán, Olaf Scholz, a la exigencia de Erdogan, terminaron por doblar el pulso al mandatario turco.

Propuesta inaceptable

En el fondo, la propuesta de Erdogan era inaceptable para la UE por el proceso estructurado de adhesión y, más aún por el contexto sociopolítico actual: con la sensibilidad a flor de piel en países como Francia, Alemania, Italia o Países Bajos respecto a la cuestión multicultural, islámica o migratoria... o las tres mezcladas a la vez. Una Turquía cada vez más islamista y con 85 millones de habitantes sería una cuestión nada fácil de digerir en el laberinto europeo.

La historia de Turquía y su pasión europea viene de lejos, justo un año después de la entrada de España y Portugal. Fue el 14 de abril de 1987 cuando el primer ministro Turgut Özal defendió su petición de membresía en Bruselas si bien tuvo que esperar hasta 1999 para que se le diera el estatus de país candidato y hasta 2005 para el inicio de conversaciones.

El Parlamento Europeo abogó en junio de 2022 por mantener congeladas las negociaciones alegando falta de compromiso de Ankara con las reformas europeas y los derechos fundamentales, además de la «brecha persistente» con el bloque en lo relativo a valores y estándares democráticos.

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