noveno aniversario del 11-s

Obama insiste en que el enemigo es Al Qaida, no el Islam

Ante el aniversario más crispado del 11-S, el presidente de Estados Unidos se ve obligado a lanzar un mensaje de tolerancia religiosa

AP

PEDRO RODRÍGUEZ

En el aniversario del 11-S con diferencia más tenso y politizado desde la ofensiva terrorista que hace nueve años se saldó con casi tres mil muertos, Estados Unidos ha protagonizado este sábado una triste cacofonía de momentos de silencio, lágrimas, protestas callejeras, montajes electoralistas, ... además de apremiantes llamamientos a la unidad y la tolerancia religiosa. Con niveles de crispación no amortiguados ni tan si quiera por el ritual neoyorquino de recitar desde la Zona Cero todos y cada uno de los nombres de las víctimas de una tragedia que parece producir mayor desasosiego con el paso del tiempo.

Ante lo que algunos consideran como una especie de victoria ralentizada para los integristas de Al Qaida, el presidente Barack Obama se ha visto obligado a utilizar sus previstas intervenciones durante la jornada de luto nacional para lanzar un mensaje de diversidad y tolerancia religiosa a un país históricamente basado en esos principios pero que parece haberse contagiado de una epidemia de recelos hacia el Islam tras meses de provocaciones y fervientes controversias.

El atentado en el Pentágono

Al hablar en el Pentágono, escenario en el que 184 personas perdieron la vida el 11 de septiembre del 2001, Obama ha recordado “aquella horrible mañana” de hace nueve años en la que “una lamentable banda de hombres” tergiversando su religión atacaron a Estados Unidos con la esperanza de desmoralizar y dividir. Según ha enfatizado el ocupante de la Casa Blanca, en un tono similar al de su antecesor en la Casa Blanca, “hoy declaramos una vez más que no les otorgaremos esa victoria porque nuestra causa es justa, nuestro espíritu es fuerte y nuestra determinación inquebrantable”.

Obama: «Nosotros no nos vamos a rendir a su odio»

A pesar de los premeditados esfuerzos terroristas para utilizar la religión como frente de conflicto, Obama ha reiterado que “nosotros no nos vamos a rendir a su odio”. Con insistencia en que los ciudadanos de Estados Unidos “ni estamos ni estaremos nunca en guerra contra el Islam”. Pronunciamiento acogido con educados aplausos entre los familiares de víctimas y militares congregados en la sede del Departamento de Defensa a las afueras de Washington.

En su discurso semanal por radio e Internet, el presidente americano ha reconocido también la crispación acumulada por las amenazas de quemar coranes o el proyecto de construir una mezquita a unos doscientos metros de la Zona Cero. Según Obama, “este es un tiempo de dificultad para nuestro país y a menudo en esos momentos es cuando alguien trata de alimentar el rencor para dividirnos en base a nuestras diferencias y cegarnos sobre lo que tenemos en común”. Con el mensaje de que en sus mejores momentos, Estados Unidos sabe resistir a ese tipo de tentaciones nefarias.

Según los argumentos de un presidente con una cultivada fama conciliadora, los estadounidenses deben aprovechar las conmemoraciones del 11-S como jornadas de voluntario servicio social para “mejorar nuestras comunidades, ayudar a la gente en necesidad, reafirmar nuestro ideales y desafiar a los que nos desean un grave daño”. A su juicio, “si hay una lección que aprender es que somos una nación, un pueblo unido no sólo por la pena sino también por ideales comunes”.

Preservando la guerra

La Administración Obama también ha aprovechado el aniversario del 11-S para argumentar la necesidad de perseverar en la guerra directamente vinculada a esa ofensiva terrorista: Afganistán. El secretario de Defensa, Robert Gates, ha destacado como este aniversario es una oportunidad para reflexionar sobre el esfuerzo realizado “por toda una generación de jóvenes americanos que ha respondido a la llamada de servir en las Fuerzas Armadas”.

Los republicanos reprochan a Obama su peligrosa complacencia ante la ausencia de atentados en EE.UU.

La replica de los republicanos a Barack Obama ha corrido a cargo del senador Jon Kyl. El político de Arizona ha secundado al presidente en la necesidad de “recapturar la unidad que nos permitió hace nueve años cerrar filas como nación y plantar cara a un resuelto enemigo”. Pero sin dejar de plantear dudas sobre el compromiso del actual gobierno a la hora de proseguir y rematar la lucha contra el terror iniciada por la Administración Bush, con reproches de peligrosa complacencia ante la ausencia de adicionales atentados dentro de Estados Unidos.

Más hacia la derecha, Sarah Palin y el propagandista televisivo del «Tea Party» Glenn Beck tenían previsto para la noche del sábado un evento en Alaska para congregar a los “patriotas que nunca olvidarán el 11-S”. Convocatoria, cuyas entradas oscilaban entre los 65 y los 200 dólares, con secciones separadas para los asistentes mayores de 21 años interesados en consumir alcohol.

11-S: «una jornada e reflexión

Detalles y montajes como el de la ex gobernadora de Alaska han logrado soliviantar a una parte de los familiares de las víctimas del 11-S. Como reprochaba ayer Karen Carroll, cuyo hermano bombero murió en las Torres Gemelas, “no se puede permitir nunca que este día se convierte en una fiesta nacional o en una celebración“. A su juicio, el aniversario de uno de los días más sangrientos en toda la historia de Estados Unidos tiene que ser obviamente una jornada de reflexión y respetuoso recuerdo.

Aunque durante las ceremonias de la Zona Cero se han visto múltiples consignas contra el proyecto de mezquita a la vuelta de la esquina, desde la tribuna de los oradores -encabezados por el vicepresidente Joe Biden que recurrió a recitar un poema de Longfellow durante su intervención- se han evitado pronunciamientos beligerantes. Según el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg: “Ninguna otra tragedia pública ha cortado tan profundamente a nuestra ciudad. Ningún otro lugar se encuentra tan lleno con nuestra compasión, amor y solidaridad“.(

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