Nostalgia de Ceaucescu en Rumanía, 35 años después

A la vuelta de las vacaciones de Navidad se empezará a repartir comidas calientes en las escuelas y en 2025 entrarán en vigor nuevas desgravaciones fiscales para familias con hijos. El hasta ahora embajador en Austria, Emil Hurezeanu, un europeísta cosmopolita de 69 años, de Sibiu, es el ministro de Asuntos Exteriores y garantiza que Rumanía se mantendrá en sintonía con Bruselas. Bucarest lanza a los socios europeos la imagen de un país en vías de depuración y orientado a Occidente. Los partidos en el Gobierno esperan poder presentar pronto un candidato conjunto para la repetición de la primera vuelta de las presidenciales y confían en zanjar en el primer semestre de 2025 la cuestión que ha quedado abierta, después de la primera victoria del nacionalista y prorruso Georgescu.

La sociología rumana, sin embargo, habla un lenguaje diferente que la política. Casi la mitad de la población reconoce en las encuestas que echa de menos al dictador prosoviético Nicolae Ceaucescu y asegura que se vivía mejor antes de 1989. El valor de la democracia ha perdido enteros, tras la crisis institucional, y Rusia ha ganado influencia en el país, al igual que en las vecinas Moldavia y Georgia.

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El 22 de diciembre de 1989, Ceaucescu huyó con su esposa, en medio de multitudinarias protestas. Tras su detención fueron condenados a muerte, el día de Navidad, y ejecutados públicamente. Sin embargo, y a diferencia de otros regímenes comunista de la Unión Soviética, se trató de una «revolución robada» o «delegación golpista», como la denominan muchos historiadores rumanos, debido a que no hubo cambio de élites.

Los cuadros de alto rango del Partido Comunista y los leales a Ceaucescu tomaron el nuevo poder democrático y perpetuaron una estructura que, sometida a las leyes de la democracia y el libre comercio, han ido depauperando el país hasta convertirlo en el farolillo rojo económico de Europa.

Por eso, al historiador Bogdan Murgescu no le sorprende que 35 años después casi una de cada dos personas piense que se vivía mejor con Ceaucescu. «Cualquiera que esté insatisfecho con el aquí y el ahora dice que todo era mejor en el pasado», explica el descontento que alienta, por otra parte, el voto a partidos nacionalistas y prorrusos como la derecha de AUR, SOS Rumanía o POT, que configuran la oposición.

Según el Fondo Monetario Internacional, el ingreso per cápita rumano actual es casi nueve veces la de 1989, pero la nueva prosperidad no ha llegado a todos. El salario mínimo es actualmente de 4,50 euros la hora, lo que supone unos 480 euros netos al mes. Una cuarta parte de todos los empleados no llega a fin de mes con su salario y, para una vida digna, se necesitaría aproximadamente el doble de dinero, según los cálculos de la Fundación Friedrich Ebert de Bucarest.

Los bajos ingresos han provocado una fuerte emigración, con una estimación de hasta cinco millones de rumanos viviendo en el extranjero, una cuarta parte de la población total, que podría aumentar ahora que desaparecen para los trabajadores rumanos las fronteras Schengen. Y en las zonas rurales, la despoblación campa a sus anchas, ampliando el sentimiento de abandono debido a que han sido reducidos servicios sanitarios, el transporte público y los comercios. «Buena parte de la población percibe que los partidos tradicionales la dejan sola con sus problemas», dice el politólogo de Bucarest Andrei Taranu.

El desencanto con la política es correspondientemente alto, pero en las elecciones parlamentarias de principios de diciembre participó un número particularmente alto de votantes y una tercera parte votó por partidos populistas prorrusos de derecha «porque les prometen dignidad, reconocimiento y justicia social, aunque no digan exactamente cómo piensan cumplir esta promesa».

Las elecciones presidenciales fueron anuladas por el Tribunal Constitucional y todavía dura el debate sobre si la cancelación fue correcta. Aún no hay fecha para la repetición de la primera vuelta, cuya celebración esta siendo estudiada en detalle desde el punto de vista legal. Vlad Perju, profesor de Derecho de Harvard nacido en Rumania, teme que en el futuro se puedan utilizar justificaciones similares «para neutralizar a un candidato legítimo en una elección presidencial». Sorin Ioni, director del Foro de Expertos de Bucarest, subraya «la debilidad sin precedentes de las instituciones».